La mezzosoprano Teresa Berganza, sin duda una superdiva a nivel global, tiene fama de persona difícil, de mucho carácter y con una alta exigencia profesional que quizá se extienda a todas las facetas de su vida. Ayer, sin embargo, fue un derroche de simpatía. A las diez de la mañana, una hora antes de iniciarse el acto académico de apertura de los cursos de verano, ya estaba atendiendo a los medios en la Corrada del Obispo. Y a la una y media de la tarde aceptaba ser entrevistada en el zaguán del Conservatorio, después de su conferencia y mil fotografías y charlas en corrillos con los estudiantes. Sentada en una grada, mientras le ofrecían agua o un café y replicaba que prefería un vino, se mostró encantada de estar en Oviedo aunque nunca encarnó un papel en la temporada de ópera del Campoamor .

-La veo muy ovetense.

-Me voy a instalar aquí, en Oviedo, cuando me encuentren un piso bonito.

-Nunca cantó en la temporada carbayona.

-Me invitaron al principio pero se hacían muy mal las cosas. Me ofrecían apenas cuatro días de ensayo. Nunca quise venir y eso que me pagaban como en ningún sitio. Pero no me interesaba en esas condiciones. Por eso nunca vine. Ahora se hace muy bien, con un mes de ensayo.

-¿Le gustó el acto académico que acaba de concluir?

-Me pareció maravilloso. Cuando me llamaron no sabía a qué venía. No sabía, por ejemplo, qué era en el Conservatorio. Era una iniciativa de la Fundación Princesa de Asturias y como tengo un cariño muy especial a Oviedo y al premio que en su día me dieron vine. Me pidieron una conferencia. Dije que no. Me respondieron que no tenían dinero para más. Es igual, yo voy y doy dos clases magistrales gratis. Pero no pudo ser porque no me mandaron material de cantantes.

-¿Siempre exigente?

-Fui muy dura en mi profesión. Fui muy exigente conmigo y también con los directores y cantantes. Exigía. Si yo ensayaba doce horas y solo comía un bocadillo, los demás también.

-Casi más francesa que española aunque es una de las grandes promotoras de la música española.

-Me tuve que marchar. Había empezado a cantar en Universidades y con Carmen Sevilla y Juanito Valderrama. Incluso flamenco. Así me pagada los profesores. Me dieron una beca que casi no me sirvió. Mi maestra me decía que hasta que no cruzase los Pirineos no sería reconocida. Fui a París y desde entonces no lo he dejado. Me siguen queriendo en EE UU o en Australia donde canté solo dos veces. He dejado huella.