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El pase doble de la Reina Letizia

Majestad en alta definición en la ínsula casta de la mar peatonal

El pase doble de la Reina Letizia

La Reina Letizia dio dos pases para el pueblo en la Corrada del Obispo ayer por la mañana. El primero tuvo la emoción de un triple salto mortal. Se esperó, se fue animando con el anuncio de policías y el redoble de autoridades y, de pronto, un visto y no visto perfecto, puntual, con dos saludos al público a mano abierta. Eran las diez de una mañana musical en el conservatorio Martínez Torner, de resol, que al llegar al mediodía de sí sol incluyó el segundo pase real con saludos en un paseíllo de paso elegante, contenido, preciso, de escuela sevillana.

En esos dos instantes que abrieron y cerraron la inauguración del curso de verano de la escuela Internacional de Música de los premios Princesa de Asturias y las puertas exactas de un trío de coches de alta gama y blindaje seguro, la Reina ofreció una presencia con imagen de alta calidad, Letizia en Alta Definición, SM en HD, que en el plano general lucía un pelo corto exacto con mechones en dos tonos, los ojos perfilados por naturaleza y un vestido corto y unos tacones altos que marcaban la tensión de cada hueso y cada músculo de la Reina fibrosa. En el primer plano ofreció la mirada atenta, la sonrisa larga, el hablar fricativo y la corrección del bisturí en la punta de la nariz.

Fueron dos momentos de revuelo relativo en ínsula casta rodeada por el mar peatonal del Oviedo Antiguo, en calma chicha ese jueves por la mañana. Levantarse con la Reina en Oviedo hace madrugar a mucha gente. Mientras el Fontán construía sus toldos, limpiaba escaparates y exponía mercancías, varios cuerpos de policía llevaban desplegados desde las nueve de la mañana custodiando y vallando las calles más eclesiásticas de la ciudad, desde el pie de la torre de la catedral que da paso al tránsito de Santa Bárbara, la corrada del Obispo, con el palacio de Sanz Montes y la calle San José que domicilia la casa sacerdotal en la que los curas, siempre madrugadores, habían dejado a la policía alguna ventana de su complejo turístico levantino.

La ínsula casta desciende por San Vicente con la residencia femenina de María Inmaculada, la cocina económica que regentan las hijas de la Caridad, la Iglesia de la Corte, que tenía funeral por una mujer mayor y sola, y el monasterio de las Pelayas, donde la policía redundaba en la clausura.

En la espera, un grupo de turistas iba a poder contar que coincidió en la limpia Oviedo con una vista de la Reina, un estuche de violonchelo avanzaba con una joven música delante escribiendo en su teléfono inteligente, y se definía la representación del off-conservatorio. Más policías que periodistas y más policías y periodistas que pueblo soberano. Policías de verde guardia, policías de azul municipal, policías de azul nacional, policías de paisano paisano, policías de sport con polo rojo y vaqueros, policías de traje gris oscuro tipo FBI, policías vestidos de jefe de planta del Corte Catarí y un par de policías vestidos de perro, uno de ellos inquisitivo y tenso ante un perro civil bajito. En frente, un grupito de catalanohablantes de paso y abuelas y mamás que llevan a sus niños de rehén.

-Despeje el paso, señora.

-Es para que la niña vea bien a la Reina, agente.

-Mami, quiero marchar.

La primera autoridad en llegar fue la consejera de Educación y Cultura, Ana González. A pie y vestida de diario, entró rápido en la casa del Deán Payarinos, acaso sabiéndose en territorio enemigo arzobispal. Javier Fernández llegó en un revuelo de volvos en el que estaba metido también el delegado del gobierno. Javier Fernández bajó con traje gris y buen color. Gabino de Lorenzo parecía disfrazado de conductor de coche de alquiler hasta que se puso la americana. Pedro Sanjurjo, presidente de la Junta General del Principado actuó con la circunspección habitual, como si fuera la escultura humana del presidente de la Junta General del Principado.

Mientras tanto, Graciano García, fundador de los premios Príncipe de Asturias que ahora son Princesa, a 15 días de haber ido a la peluquería y a otros tantos de tener melenilla de poeta acorde con su ocupación postrera, y Yuri Nasushkin, virtuoso de Moscú y director de la Escuela Internacional de Música Fundación Príncipe de Asturias se felicitaban mutuamente -"hemos hecho algo, Chano", "por tener fe en nuestras ideas, Yuri"- delante de un periodista. La estimulación fue en aumento y apetecía aconsejarles que siguieran en un portal.

Esperaron los representantes del pueblo un buen cuarto de hora la puntual llegada de la Reina Letizia como parte de su trabajo matinal por el bien de los asturianos. El último en llegar fue Wenceslao López, alcalde de Oviedo, corbata granate, cerrados los dos botones. Llegó la Reina, saludó dos veces y entraron.

"Chapó por Oviedo", concluyó una mujer en una enigmática asociación de ideas. "Y además puntual", añadió.

La mañana fue despejando y la valla tupiendo, sobre todo bajo los magnolios de la plaza. Los niños jugaban en la plaza contra la fachada del claustro, circulaba alguna excursión tutelada y se iba formando la larga cola de varones mayores con polo o camisa de manga corta a la puerta de la cocina económica, que recibe desde la una a mesa puesta.

Las mujeres dejaron de mover sus abanicos de varillas, de folletos o de plano callejero alertadas por el movimiento de coches y se prepararon para ver a Letizia en persona y con sus propios ojos a través de sus cámaras telefónicas.

Campeona, guapa. Dos minutos y coche. Un empleado de la Fundación enciende un cigarrillo y la Reina, como humo, se va.

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