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Los jóvenes cambian copas por vermú

La bebida ha recuperado su reinado en la hora previa a la comida, incluso entre las nuevas generaciones, que valoran más esta cita que salir de fiesta

A la izquierda, de arriba abajo, David Iglesias, Ana Isabel Mallada y José Antonio Fernández; Anabel y Enma Matanzas, y Alejandro Albuerne, María Álvarez y Marcos Suárez. Arriba, Fernando García. Sobre estas líneas, Beatriz Ordóñez y Luis Díaz, con su hija Lucía.

Hace muy poco que ver a un joven bebiendo un vermú de color en Oviedo era algo excepcional. Algunos lo hacían en algún bar de solera por eso de seguir la tradición, pero aguantando la respiración y evitando gesticular raro al tragar. Los más jóvenes preferían una caña, una sidra, un vino o un refresco. Y preferían beberlos por la tarde o antes de cenar más que al mediodía. Pero las cosas han cambiado. Si primero fue el "brunch", después la merienda, y luego el "after work", ahora lo que está de moda es el vermú, y sobre todo, si en él se bebe vermú.

Recorrer la ciudad entre las 13 y las 15 horas habla por sí solo. Terrazas y bares llenos de grupos de amigos, de familias y de compañeros de trabajo que conversan animadamente y preparan con una bebida y un "pinchín" su paladar y su estómago para la comida. En muchos de sus vasos asoma una aceituna, señal inequívoca de que se han rendido al vermú, ese líquido que tanto vieron consumir a sus padres y abuelos. Se han creado bares monotemáticos sobre esta bebida espirituosa, se han hecho congresos gastronómicos nacionales alrededor de ella, se han escrito libros sobre su historia y su evolución, y todas las grandes firmas del sector han sacado nuevas versiones de su vermú de toda la vida. Los hipster intentan apoderarse de él, y de haber recuperado esta costumbre entre los jóvenes; pero hay mucho más que una moda detrás de esta actividad.

"Es una hora mágica. Significa un descanso de todos los problemas que puedas tener y coges fuerza junto a tus seres queridos para la tarde", explica la ovetense residente en Madrid, Anabel Matanzas. Y claro, en ese momento mágico no puede faltar el vermú. Ella hoy lo comparte con su sobrina. "Nunca lo había probado y tenía muchas ganas. Me encanta", asegura Enma Matanzas. Un poco más adelante, en la barra de "La Paloma", Alejandro Albuerne comparte su "impás" de mediodía con dos amigos. "Cada vez nos gusta más quedar para el vermú que estar hasta tarde por la noche. Cuando estás trabajando, te sirve para hacer una parada y no sentarte directamente a comer; y de vacaciones, es una forma de ir haciendo boca, charlar tranquilamente y alargar la comida". En su vaso, también hay vermú. "Cada vez más jóvenes lo consumimos. Tiene un sabor muy bueno, ni dulce ni amargo. La cerveza la dejamos para la tarde", añade.

Eso mismo piensa Fernando García. Es de Santo Domingo, pero veranea en La Fresneda, y su hora del día favorita es la del vermú. "Prepara el estómago y la mente para la comida. Es poner fin a la mañana con algo bueno, que ayuda a comenzar mejor la tarde". Él intenta subir a Oviedo para tomarlo todos los días, como hace Ana Isabel Mallada. "Sales de trabajar y apetece beber algo, que en mi caso suele ser sidra. Pero cada vez veo a más gente con vermú. Y mucha es gente joven". Beatriz Ordóñez y Luis Díaz han convertido esta actividad en una tradición familiar, que comparten con su hija Lucía. "Vienes a un sitio de toda la vida, en familia, bebes algo rico y lo acompañas con un 'pinchín', que para eso estamos en Asturias", bromea mientras apoya su bollo de chorizo en un barril del "Montoto". Cada uno por su razón, solos o en compañía, pero que nadie les quite su "vermutín".

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