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Un momento vital

Los compromisos de José Antonio Casanueva

El director de la Escuela de Arte de Oviedo recuerda cómo conoció a Edel Ovies y cómo su deseo de estar con aquel bellezón tan agradable cambió su vida

José Antonio Casanueva y Edelmira Ovies en Palma de Mallorca en 1987.

Lo malo de estudiar en Sevilla para un alumno del Norte es que no se puede ir vagueando por el curso y dar el acelerón al final, porque cuando llega la primavera se pueden alcanzar temperaturas tan altas que no hay quien se mantenga delante del libro tantas horas. José Antonio Casanueva, estudiante de cuarto de Arquitectura, sabía eso desde el primero. También que es muy difícil trabajar sudando sobre papel vegetal porque las gotas lo arrugaban todo y no dejan el trabajo presentable. En la pensión de doña Carmen no había aire acondicionado. Ni en aquel primer piso en la avenida Reina Mercedes, al lado del campo del Betis, ni casi en ninguna parte en 1983.

José Antonio había crecido con el Scalextric, el Mecano y la arquitectura Exin Block, todos juegos en los que había que construir. La miopía le había impedido ser piloto de aviación. La masificación en la única escuela de Madrid le había disuadido de intentar ser ingeniero de Telecomunicaciones. Así Arquitectura, la tercera opción, pasó a ser la primera. Su padre, jefe de la Obra Social y Cultural de la Caja de Ahorros de Asturias, había querido ser arquitecto y eso estaba en el ambiente de casa, aunque no había pesado en la decisión. Una hermana de su padre estaba casada en Sevilla y eso daba arrope si pasaba algo.

Uno de sus compañeros de pensión -estudiantes de Farmacia, Ingeniería o aparejadores- llegó al piso comentando que había coincidido en el ascensor con una chica nueva de la pensión del tercero.

-Era de León, de cerca de tu tierra.

Por la semana José Antonio comía en la Escuela de Ingenieros, pero los domingos lo hacía en alguno de los bares de los soportales del edificio.

Aquel domingo, en el bar del calvo, comió con otros compañeros de pensión. En una mesa, sola, estaba la chica de León, una morena tipo andaluz con un vestido ligero de algodón y cintura baja, largo hasta la rodilla, estampado con dibujos hindúes. La invitaron al café.

-Me llamo José Antonio.

-Yo Edel.

-¿De Edelmira?

-No, de Edelweiss.

-Eres de León, ¿no?

-No, de Verdicio.

-Yo soy de Oviedo.

Qué agradable era Edel, qué buen humor y qué bellezón. Había estudiado hasta tercero de Biológicas en Oviedo, pero luego había querido hacer la especialidad de Ecología y así llegó a Sevilla. Se instaló en la zona del hospital, pero estaba lejos de la Facultad y acabó pesándole el ambiente de dolor de los enfermos y de tristeza de los familiares. Por eso se mudó en primavera a la pensión de chicas del tercero.

José Antonio y Edel se vieron algunas veces con amigos y, enseguida, solos. Ella acababa la carrera pero tenía expectativa de quedarse en Sevilla gracias a "Fuco", un profesor que la valoraba mucho. José Antonio pensaba en volver a Asturias cuando pudiera. En la primavera siguiente hablaban de estas cosas las noches en que José Antonio aparcaba su 600 en Los Remedios, tomaban un café irlandés y paseaban a la orilla del Guadalquivir, a los 28 grados de la noche, entre el aroma de azahar y el olor a puntillitas fritas.

Aquel verano, cuando coincidieron en Asturias, Edel le presentó a sus padres en la finca de Riberas de Pravia y cuando caía la noche, en La Toldilla de Salinas, José Antonio se le declaró con una palabras que ella no olvidó nunca:

-Quiero llegar a más.

El curso siguiente Edel quedó en Oviedo y José Antonio volvió a Sevilla a terminar la carrera y el proyecto y mantuvieron la relación con largas llamadas telefónicas y la promesa de que se casarían en cuanto tuvieran el primer sueldo.

José Antonio acabó en tres meses el proyecto fin de carrera, que suele llevar un año. Lo hizo en Oviedo. Edel le ayudó pasándolo a máquina. Ese trimestre se vieron mucho. En octubre de 1985 José Antonio empezó a trabajar como profesor de dibujo interino en el instituto de Pola de Laviana y a finales de noviembre sacó el concurso para profesor interino de Proyectos de Arte Decorativo en la Escuela de Artes y Oficios de Oviedo.

Ahí empezó la prisa por cumplir el objetivo de casarse de inmediato, no sin despertar sospechas entre los conocidos. La pedida de mano fue en la finca de Riberas y la boda en la catedral de Oviedo en la primera fecha que les dieron: 4 de enero de 1986.

El viaje de novios se decidió con el dinero conseguido eligiendo entre siete días en París o quince en Galicia y Portugal. Ganaron los 15 días.

José Antonio marcó pronto el siguiente objetivo:

-Quiero tener una niña que sea como tú.

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