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Concierto para gourmets

El pianista Kennedy Moretti y el violista Rubén Larfeuil ofrecen en el Arqueológico un recital clásico para oídos exquisitos

El pianista Kennedy Moretti y el violista Rubén Larfeuil, ayer, durante el concierto del Arqueológico. teresa suárez

Son primeras espadas, y se notó. El concierto que ofrecieron ayer el pianista Kennedy Moretti y el violista Rubén M. Larfeuil en el Museo Arqueológico fue un regalo para los oídos más exquisitos. Con una entrada menos numerosa que otros días, el público se fue enganchando poco a poco, y pasó de aplausos más tímidos en las primeras piezas a lanzar ovaciones en las últimas. Eso sí, la hora y 25 minutos de concierto se hizo demasiado para los más ansiosos, como el descanso de más de cinco minutos, que muchos aprovecharon para salir disimuladamente.

A las 20 horas, Rubén M. Larfeuil salió con su viola para lanzarse con la "Suite número 1 para viola sola" de Max Reger. El ritmo más sostenido, difícil para enganchar al público tan variado que asiste a estas actividades de entrada libre, fue dando paso al "andante" y al "molto vivace", que hizo que muchas personas se dejaran llevar por la intensidad del ritmo con sus cabezas.

El brasileño Kennedy Moretti saludó con su elegancia y se sentó al piano para acompañar a Larfeuil en la "Sonata número 1 en fa menor" de Johannes Brahms. Una inyección clásica y romántica que llenó de elegancia el edificio histórico. Tras el ya comentado descanso, llegó el turno del tercer compositor alemán de la noche, Paul Hindemith. La pieza escogida fue la "Sonata número 4 para viola y piano"; un juego de intensidades y delicadas notas que construyó una historia dramática redonda.

Y de las melodías al estilo "Cumbres Borrascosas", idóneas para el cielo gris y el bochorno que reinaba ayer en Oviedo, llegó el turno de la pizpireta "Fantasía para viola y piano" del austríaco Johann Nepomuk Hummel. El empaste entre los dos instrumentos fue sublime durante la interpretación de esta pieza, convirtiéndose en un auténtico diálogo que hablaba de la maestría de los dos músicos. Y el público se lo agradeció con varios "bravo, bravo" y con un aplauso que cubrió sus dos despedidas. En la última, una improvisación de regalo que los más apresurados se perdieron y que los que se quedaron tuvieron dificultades para oír por el ruido de los que salían.

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