Los médicos del servicio de Urgencias del HUCA (Hospital Universitario Central de Asturias) llamaron a la Policía Nacional en la madrugada del miércoles en cuanto vieron los resultados de una de las decenas de radiografías de la jornada. El intestino de un hombre aquejado de fuertes dolores abdominales contenía 112 bolas sospechosas, que, una vez analizadas, resultaron ser de hachís. En concreto, rellenas con 10 gramos de droga cada una.

El paciente, de 53 años y antecedentes por delitos relacionados con los estupefacientes, fue operado con celeridad porque su vida estaba en peligro y ahora permanece ingresado en las habitaciones de seguridad de las que dispone la Policía Nacional en el centro sanitario, para que, tan pronto esté recuperado, pueda ser puesto a disposición judicial.

El detenido explicó a los agentes que había ingerido las bolas de hachís cuatro días antes en Vallecas (Madrid), adonde había viajado con la intención de transportar la droga hasta Asturias para venderla. Según su relato, se las tragó porque sabía que en Oviedo había controles policiales en la estación de tren y de autobús "y que a los perros adiestrados no se les pasa una".

A su llegada al HUCA, el hombre manifestó que sentía mucho dolor en el abdomen, pero no aclaró que había ingerido droga. La intervención quirúrgica fue considerada de riesgo por afectar a gran parte del sistema digestivo.

El protocolo médico establece que el personal sanitario debe avisar a la Policía Nacional en caso de intervenir a un paciente con sustancias estupefacientes alojadas en el cuerpo. Este tipo de operaciones son especialmente delicadas porque existe el riesgo de que las bolas de hachís revienten dentro del organismo, resultando mortal para el portador.

Estos controles son frecuentes en los aeropuertos. Allí tanto la Policía Nacional como los servicios sanitarios disponen de material adecuado para detectar droga escondida.