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Embrujo de mujer

La mezzosoprano Zandra McMaster, acompañada de Oviedo Filarmonía, emociona al público con un sentido Respighi

Zandra McMaster observa las indicaciones de Conti, ayer, en el Filarmónica. MIKI LÓPEZ

Nadie se levantó, pero no hizo falta. Los 452 asistentes al concierto de la Orquesta Oviedo Filarmonía y de la mezzosoprano irlandesa Zandra McMaster, ayer, en el Teatro Filarmónica, dispararon el nivel de sus aplausos para demostrar que estaban más que satisfechos. Sobre todo, por el recital de la cantante. McMaster, una habitual de la programación de la orquesta ovetense, emocionó al patio de butacas y a los ocupantes de los palcos con una más que sentida interpretación de "Il tramonto", del compositor italiano Ottorino Respighi. Los brillos que adornaban la parte superior de su traje negro y los que salían de sus pendientes bailaban, por los ligeros balanceos de su cuerpo, al son de la música.

Sus movimientos de manos, propios de una profesional, acentuaban ese nudo sentimental que ya de por sí tiene la composición. Durante sus intervenciones, las notas de los instrumentos de cuerda se volvían largas y contenidas; en los silencios, la primer violín y la primera violonchelo pudieron lucirse con mínimos solos. Ella, mientras, elevaba la mirada al cielo y la repartía entre los espectadores. Al terminar, McMaster y Marzio Conti, director de la orquesta, recibieron una sentida y sonora ovación.

El programa de la cita, en el marco del Festival de Verano que organiza el Ayuntamiento ovetense, se completó con la "Obertura de Jasón o la conquista del Vellocino" de Cayetano (Gaetano) Brunetti. La melodía más pizpireta dio paso a golpes más secos de violín, y a un baño de alegría en su parte más intensa.

Tras la salida de McMaster, la orquesta ovetense, con los vientos ya en su sitio, se lanzó con la "Sinfonía nº4 en La mayor 'Italiana', Op. 90", del compositor alemán Felix Mendelssohn. Una pieza en la que se constató el duro trabajo de Conti sobre el escenario y en el que la orquesta lució su mejor versión. Hasta el público dio rienda suelta a sus aplausos en el parón tras el primer movimiento.

Los dibujos de las flautas traveseras y los agitados movimientos de Conti captaron la atención de los pocos niños que había en la sala, que hasta ese momento andaban un poco dispersos. Al terminar, un aplauso cubrió sin respiro las cuatro salidas del director para saludar.

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