"Pese a trabajar en la calle, somos igual de válidos que el mejor músico del mundo". Así explica Dace Apsite, artista callejera letona, lo que significa para ella el mundo de la música a pie de calle. Y es que esta estación del año es muy propicia para ellos, ya que el verano es época que se asocia al bullicio y la alegría. Los turistas colapsan las calles en busca de los lugares más emblemáticos de la ciudad. En las terrazas no cabe ni un alfiler. Todo ello es aprovechado por estos artistas callejeros, que, en busca de un dinero, llenan las plazas más céntricas de luz y color con su música. Calles como Uría o Doctor Casal o la inevitable plaza del Fontán, se transforman en un escenario en el que estos músicos desarrollan su desigual talento.

En la calle Pelayo, junto al edificio de La Jirafa, Dace Apsite tiene su base de operaciones. Letona, lleva 20 años en nuestro país: "No nací aquí, pero me considero española. Son muchos años ya", asegura. Llegó a España con un sueño: tocar en una orquesta. Lo consiguió, pero por una serie de circunstancias el conjunto se disolvió y tuvo que buscarse la vida. Es una mujer de recursos, así que decidió ponerse a impartir clases particulares. Aguantó unos años, pero pronto se quedó sin alumnos y tuvo que buscar una solución. Así lo cuenta la artista: "No sabía qué hacer, estaba hundida, pero no tiré la toalla. Saqué mi trompeta a la calle, y me puse manos a la obra".

Actualmente vive en Palencia, pero se ha desplazado a Oviedo por un motivo: "Mi hijo va a empezar a estudiar en la Universidad aquí. No quería dejarle solo y nos vinimos para acá", comenta. Y es que su hijo y ella vivían en Palencia, pero se encuentran mejor en Oviedo: "Aquí gano más dinero. Se nota que hay más gente paseando por la calle. Igual me quedo a vivir aquí", subraya Apsite.

Mauricio Cuesta es de Burgos, pero desde hace más de 20 años deambula por las calles ovetenses en busca de unos euros con los que "hacer el día". Hace un lustro descubrió su particular escenario, la calle Doctor Casal, a escasos diez metros de Uría. Siempre va con su guitarra y, a ritmo de Bob Dylan o Prince, ameniza a todo aquel que pasa por allí. "Se me acabó el trabajo y no sabía qué hacer. Siempre me gustó cantar, aprendí a tocar la guitarra y salí a la calle", asevera. Dos décadas tocando a cielo abierto dan para mucho. "He visto de todo. Incluso dormí en el calabozo tres veces, por estar pidiendo, según me contaron unos agentes de policía", señala. "Con la edad que tengo va a ser complicado que encuentre un trabajo. Mientras consiga sacar el suficiente dinero para vivir día a día, aquí estaré", confiesa, un tanto resentido por la "mala suerte" que ha tenido en la vida.

El caso de Juan Prieto es muy similar al de sus dos colegas. Este mierense empezó a tocar en la calle, también porque se quedó sin trabajo. Pero su música cambia de destinos con frecuencia: "Me encontrarán allí donde haya un mercado", asegura. Acompañado por su bicicleta, "que le lleva a todos los sitios", y por su guitarra, añade: "Le había perdido el gusto a tocar, pero llevo haciéndolo cuatro meses, y le estoy cogiendo el punto". Siempre con una sonrisa , le gusta tocar temas de su juventud: "Me muevo a ritmo de Nirvana, AC/DC, los Rolling... Las viejas glorias nunca mueren", comenta.

Tal es el gusto que le ha cogido al artisteo, que no tiene pensado dejarlo en un futuro muy próximo: "Si encuentro trabajo, dejaré de venir todos los días por aquí, pero cuando pueda me acercaré a interpretar algunos temas. Me lo tomaré más como un pasatiempo", añade.

Tres vidas nada fáciles y una misma forma de ganarse el sustento. Cada día tiene una música a la que han de poner letra.