El pasado domingo, 5 de septiembre, la sinagoga de Oviedo celebraba una jornada de puertas abiertas. La sinagoga está instalada en el Fontán, en un luminoso local cedido por el Ayuntamiento. El propio Ayuntamiento es, institucionalmente, miembro de la Red Española de Juderías. Cabría pues esperar que, de alguna forma, el Ayuntamiento oficiase incluso como anfitrión de la jornada. Digamos que al Ayuntamiento se le esperaba. Se le esperaba pero no estaba.

En el contexto actual, esa ausencia resulta significativa por default. ¿Teme la izquierda plural del tripartito municipal que su presencia en esos actos se interprete como un gesto de connivencia con el Estado de Israel? Discrepar de la política del Gobierno de Israel no es, desde luego, sinónimo de antisemitismo (los propios ciudadanos de Israel son críticos con sus gobiernos, a los que, mediante elecciones libres, pueden mandar a la oposición. ¿Acaso no es Israel un Estado democrático en un entorno de regímenes autoritarios?).

En cambio, es difícil no ver un resabio de antisemitismo en la confusión de las comunidades judías esparcidas por el mundo con el Estado de Israel, y en la confusión de Israel con las políticas de sus gobiernos. Y desde luego, en el posicionamiento sistemático y sin matices contra Israel se trasluce un innegable atavismo antisemita.

La Corporación está obligada a hilar muy fino para no incurrir, ni por omisión ni por comisión, en gestos de ominosa resonancia, incompatibles con la consideración debida a la comunidad judía local y con la nobleza y la lealtad de la benemérita ciudad de Oviedo.