Compramos cosas, nos regalan cosas, coleccionamos cosas, participamos en sorteos en los que nos tocan cosas y, además, a veces encontramos cosas.

Vivimos rodeados de muchas cosas, tantas que a veces nos estorban porque tener y mantener todos estos objetos exige esfuerzo: físico, hay que ordenarlos, limpiarlos o repararlos; económico, necesitamos otro garaje, otra estantería o alquilar un guardamuebles; mental, porque tenemos que organizar y decidir cómo hacer todo lo anterior.

Pero, aún cuando tenemos claro que queremos "tirar lo que nos sobra", podemos descubrir que no es fácil; es más, a veces es muy difícil. Y es que cada vez que miramos un objeto pensando si sacarlo o no de nuestra vida estamos tomando o posponiendo una decisión. Lo primero es cansado; lo segundo, frustrante. Para intentar hacerlo lo más llevadero posible es útil establecer, antes de empezar, los criterios que determinarán qué objetos se van, cuáles se quedan y dónde vamos a poner estos últimos. Así necesitaremos decidir sólo una vez y podemos hacerlo con la cabeza descansada.

Si cada vez que nos enfrentamos a una cosa de esas que están ahí no se sabe muy bien por qué, y al preguntarnos si nos hace falta podemos contestar sí o no, la cosa resulta llevadera. No obstante, aún habrá que decidir si, caso de conservarla, está en un lugar adecuado. Si no tenemos claro esto último, una opción es meterla en una caja provisional hasta que al terminar hayamos ganado espacio y podamos buscarle un sitio mejor.

Las complicaciones empiezan cuando contestamos "no sé si me harán falta" . Entonces, un criterio para empezar a clasificar podría ser "¿cuándo lo utilicé por última vez?". Si contestamos "nunca", la cosa está clara: nos deshacemos de ello; si contestamos "hace menos de un mes", también está claro: es algo que usamos. Para decidir sobre lo que hace más de un año que no se utiliza, un criterio útil es plantearse si su uso está condicionado o no por la estación del año. Si es así, podemos mantenerlo por un tiempo; si, en cambio, "no es de temporada" y lleva más de un año sin usarse, puede pasar al montón de cosas que sobran.

Aún estableciendo criterios antes de comenzar, éstos o cualesquiera otros que nos vengan bien, dado que tenemos emociones y muchas veces establecemos vínculos de apego con nuestros objetos, habrá cosas que, aunque estorben, no nos atrevemos a tirar. No hace falta agobiarse: podemos meterlas en una caja y guardarlas en cualquier sitio donde no estén ni a la vista ni a mano y ponernos un plazo para preguntarnos si las hemos echado de menos. Si no ha sido así quizás ya podamos sacarlas de nuestra vida.