Vidal González es presidente de la Asociación de Festejos de Muñó (Asofemu). Vive en la Pola desde hace 24 años, pero cuando le preguntan de dónde es siempre contesta: "de Muñó, un pueblu de Siero".

-La vida en Muñó cambió mucho. ¿Para bien o para mal?

-Es como todo, hubo cosas para peor y cosas para mejor. Lo que cambió para peor es la convivencia. La gente ahora no es como antes, que andaba por los caminos, ahora salen a trabajar, entran en la cochera y no se ven unos a otros. Se parece más a lo que haces en una ciudad que en un pueblo. La única tertulia es la del bar. Hay menos convivencia. La gente está más a lo suyo, y también es porque no hay vida en los pueblos. Ahora vives pero no hay vida en ellos. No hay vacas, no hay huertas, es distinto. Antes estaba uno en la huerta, pasaba otro y charlabas un poco. Ahora no.

-¿Y qué cambió para mejor?

-Yo todavía recuerdo cuando el coche no llegaba hasta mi casa. Las comunicaciones mejoraron mucho. Mi padre nos compraba botas de las buenas para ir a las escuelas porque era todo charcos y baches, y si no las mojaduras eran tremendas. Las comunicaciones mejoraron mucho, y la calidad de vida. Eso está claro. Las comodidades que puedes tener en una ciudad, ya las tienes aquí.

-¿Son las fiestas una forma de resistencia a esa pérdida de comunicación dentro de los pueblos?

-Eso está claro. Lo que ocurre es que hay muchas opiniones. Desde que cogí la presidencia, nuestra idea fue la de recuperar tradiciones que se hacían, empezamos a hacer una comida de paella, para que la gente pueda venir, convivir. Yo de la fiesta de Muñó tengo muy buenos recuerdos, porque era el primer sitio a donde ibas. Ahora pretendes que, por lo menos, nos conozcamos un poco. Yo gracias a esto conocí a mucha gente, a vecinos que vinieron para Muñó y no sabes casi ni quiénes son, y acabas teniendo mucho contacto. Las fiestas fueron algo social de toda la vida, necesarias para que la gente conviva un poco. Hay gente a las que no les da más por las fiestas y van por colaborar. La gente colabora y les gusta que funcione.

-La gente de la zona rural de Siero se queja de desatención. ¿Está de acuerdo?

-Hay una cosa que está clara. Políticamente, los pueblos, cuantos más pequeños sean, menos importancia tienen. Saben que cualquier obra que hagan en la Pola, Lugones o El Berrón van a arrastrar más votos. Nosotros estamos arrastrando el tema del agua desde hace años.

-Usted recuperó algunas tradiciones como el xigante o la rifa de la xata. ¿Cree que tienen cabida hoy?

-Lo del xigante, por ejemplo, le gustó mucho a la gente. Sobre todo a la gente mayor, pero a los críos también les llamó mucho la atención. Hoy en día, viendo los fuegos artificiales que se hacen por todos lados, el xigante es poca cosa, un muñeco que explota, pero aun así, tiene su gracia. Nosotros tratamos de involucrar a la gente con las cosas que se hacían antes, porque creemos que tiene interés, pero en cualquier caso queremos que lo que hacemos le guste a la gente. Si no, no tiene sentido. Lo hacemos todo por la gente.

-¿Y se siente recompensado?

-Sí. Y, en cualquier caso, cuando me propusieron que fuera presidente de festejos acepté porque creía que podía aportar algo positivo. Cuando yo mismo vea que no es así o el pueblo lo decida, dejaré paso al siguiente.