Vivir en el pueblo tiene sus cosas. Por poco estuvo Irene Menéndez de perderse su primer examen en la Facultad de Empresariales de Oviedo. Una tremenda nevada impidió el paso del autobús, que se quedó parado en Salas porque no podía subir La Cabruñana. En la parada de Fuejo estaba la joven esperando cuando pasó una patrulla de la Guardia Civil: "Me dijeron que me llevaban ellos y yo, ¿pero cómo voy a llegar en el coche de la Guardia Civil? Al final me monté con ellos, allá fui yo, les pedí que me dejaran lejos para que nadie me viese pero me llevaron hasta la puerta, el cachondeo duró todo el día y casi todo el año".

Irene Menéndez nació y se crió en Berció con sus padres, Julio y Mari Nieves, en casa de la bisabuela Nieves, en Casa del Maestro. Con tan sólo dos años comenzó a ir a la escuela del pueblo porque la maestra comía todos los días en su casa. Los días pasaban entre los típicos juegos y los deberes. En verano, aprendían a nadar en un banzao del río Báscones. "Íbamos en bici y llevábamos la merienda, como quien va de excursión, no había peligro como hoy y andábamos todo el día por las caleyas", comenta.

Con diez años se trasladó al colegio de la Fábrica de Armas de Trubia, donde trabajaba su padre. Allí terminó el COU. Unos años de adolescencia en los que los sábados se juntaban para charlar y escuchar música en una antojana de una casa deshabitada del pueblo. "Hacíamos botellón de pueblo, que es lo mismo que ahora, los mayores nos compraban la bebida, aunque a mí sólo me gustaba la cocacola. Se bebía 'lumumba', cacaolat con coñac, y el destornillador, que es vodka con naranja", precisa.

Menéndez no terminó la Universidad. Su padre falleció y en casa tenía dos hermanos pequeños, Juan y Hugo. "Me dolió mucho, fue una decisión muy fuerte pero hay que tener los pies en la tierra", dice. Su madre abrió una tienda de arreglos de ropa en Oviedo pero siguieron viviendo en Berció. La joven sólo abandonó el pueblo cuando se casó y empezó a trabajar como funcionaria, precisamente, de la Universidad. Pero cualquier día festivo o el simple hecho de hacer una tarta o comprar una caja de sidra sirve como excusa para ir a Berció.

Un amor por su pueblo que ha trasladado a su hija y a Mougaf, la niña saharahui que acoge desde 2009 durante el verano dentro del programa "Vacaciones en paz". "Me lo comentó una compañera de trabajo y en casa empezamos a investigar. Una cosa es lo que e cuentan y otra es cuando profundizas en el tema", explica. La experiencia con Mougaf fue "maravillosa". Y así, los últimos veranos la niña disfruta de su niñez en Berció. "Los niños te enriquecen mucho, es decir, lógicamente estás haciendo una obra de caridad porque vienen faltos de alimento y vitaminas pero es muy gratificante".

Moga, como la llaman cariñosamente, es una niña "muy inteligente, allí está adelantada un curso y siempre está preguntando todo, se pone a leer el periódico y se interesa por todo", detalla Menéndez. Esta vecina de Berció recomienda a todo el mundo que participe en el programa por lo enriquecedor que es.

"Son niños, los hay más y menos rebeldes como aquí, Moga es como mi hija pero no la contemplo más porque sea saharaui, la trato igual que a mi hija", afirma. Ahora, Moga es una más en Berció. Y se pasa el año soñando con sus prados y caleyas, donde juega y disfruta. Menéndez ha sabido contagiar a sus dos hijas el amor por el pueblo.