"Rufo" ha vuelto a las calles de Oviedo. Esta vez, para quedarse. Una reproducción en bronce y a escala natural del cruce de mastín más famoso de la ciudad, instalada desde ayer en la esquina de Doctor Casal con Uría, tiene visos de convertirse en una de las estatuas preferidas por ovetenses y turistas para hacerse "selfies". A Mafalda y a Woody Allen les ha surgido un duro competidor.

Diez minutos antes de que el concejal de Cultura, Roberto Sánchez Ramos, "Rivi", descubriese la estatua (cubierta con la bandera de Oviedo), ya se había congregado allí una pequeña multitud: decenas de curiosos, representantes de asociaciones en defensa de los animales y sus mascotas, familias con niños, el exeurodiputado y exalcalde, Antonio Masip, el edil socialista Diego Valiño, Manolín el Gitano o Mateín, entre otros.

"Rufo" consiguió unir a viejos y nuevos seguidores. A aquéllos a los que acompañó durante un trecho al trabajo, a una manifestación, a la ópera... Y a los que le conocieron gracias a una iniciativa popular puesta en marcha en las redes sociales por Manuel Calvo Teijeiro, un amante de los animales que convenció a miles de personas de treinta países para apoyar su iniciativa de hacer y sufragar una estatua al perro de la capital asturiana. ¿Principal argumento? "Representa el amor puro".

Eso dijo "Rivi" en un improvisado discurso callejero, como el homenajeado, en el que estuvo flanqueado por el promotor del proyecto y por la escultora, Sara Iglesias Poli. "Hoy hace 18 años que la ciudad está sin 'Rufo', pero ahora viene para quedarse", subrayó. A su juicio, "los pueblos que aman a sus animales son los pueblos que tienen futuro porque son más sensibles con las personas".

A su espalda, el que fuera Alcalde de Oviedo de 1983 a 1991 asintió con la cabeza cuando oyó algunas de las anécdotas protagonizadas por "Rufo" y él mismo. "Antonio alguna vez echó una riña por culpa del perro, porque no le parecía protocolario que el animal saliera en las fotos de actos solemnes o estuviera en la puerta de la Junta", contó el edil de Cultura para deleite del público. Una anécdota arrancó singulares carcajadas: el reclamo en las manifestaciones ovetenses de los ochenta. Aquel famoso grito de guerra: "¡No estamos todos! ¡Falta Rufo!".

Tras las palabras sencillas y algún que otro ladrido de fondo, el concejal pidió la colaboración de los niños para descubrir la estatua. Un decidido grupo levantó la bandera azul y el público estalló en aplausos. "Viva 'Rufo' y viva San Mateo". La pequeña Elsa Calvo fue una de las más entusiastas, y, según su padre, la causante de que "Rufo" haya adquirido condición de estatua. "Tengo otros dos perros, pero las historias de éste, que no conocí, siempre me han gustado mucho", explicó la hija del impulsor de la iniciativa.

También acudieron a Doctor Casal buena parte de los defensores de los animales que colaboraron en la recaudación de fondos para la escultura. Diego Galiana y Miguel del Valle, de una tienda especializada de mascotas, se presentaron con cinco perros: "Nube", "Senda", "Maya", "Flipa" y "Grifón". "La estatua es el resultado de la buena voluntad de la gente, que siempre dejaba la vuelta de sus compras en las huchas que pusimos en los establecimientos. No era mucho, pero poco a poco lo conseguimos", explicaron.

El presupuesto de la estatua no llegó a los 6.000 euros. La artista encargada de darle forma resultó elegida al presentar el mejor proyecto. "Espero haber captado la bondad de 'Rufo'", comentó Sara Iglesias. Se basó en fotografías para hacer el encargo, que contó con el apoyo de más de 7.000 firmas.

Diez años vivió "Rufo" en las calles de Oviedo. Falleció un día de San Mateo aquejado de un fallo renal. De procedencia desconocida, había aparecido en la ciudad en 1988. Era poco más que un cachorro. En el Campo San Francisco tuvo un encontronazo con otro perro y fue declarado en cuarentena. Así supo de él Froilán Neira, presidente de la Sociedad Protectora de Animales y Plantas de Oviedo, quien siguió desde entonces la trayectoria del animal. De hecho, cuando el perro se hizo mayor, comentó al Alcalde (por aquel entonces Gabino de Lorenzo) la posibilidad de llevarlo al albergue. Allí pasó "Rufo" los últimos años de su vida. Nadie sabe a qué edad murió.