Bernabé Fernández Llana (Valduno, Las Regueras, 1963) es un pintor realista -"figurativo", se autodefine- que expone en la galería Murillo de Oviedo una selección de sus últimos cuadros titulada "Paisaje humanizado", una muestra de escenarios urbanos en los que las personas son un mero adorno o se han limitado a modificar el entorno, a convertirlo en artificial y, por lo tanto, humano. Casi nunca se ve en sus cuadros el cielo, y mucho menos un paraje natural. El protagonista de su obra es el objeto, la arquitectura; no la persona.

La pintura no es su actividad principal, lleva 32 años trabajando para la Fábrica de Armas de Santa Bárbara Sistemas. Actualmente es oficial de primera de mecanizado, pero está destinado al almacenaje. Su peripecia comenzó como aprendiz en Oviedo y se incorporó a la fábrica de La Coruña. Un año después pudo regresar a la capital asturiana y allí permaneció hasta que por necesidades de la producción lo transfirieron a Trubia. "Allí estuve 9 años, nos trajeron a Oviedo y al cabo de año y medio cerraron y para Trubia otra vez", rememora.

La inclinación al arte de Bernabé Fernández fue tardía, hacia los 30 años, y en ella tuvo un papel muy importante su amigo, el pintor moscón Hugo Fontela, aunque recuerda: "Con 12 años ya gané un segundo premio de pintura en Grado. En clase tampoco te fomentaban el dibujo, ningún profesor de EGB me aportó nada". Dedicaba el tiempo libre a la bicicleta hasta que sintió "la necesidad de cambiar algo" en su vida. Comenzó yendo a clases junto a Hugo para después ir a certámenes de pintura rápida por todo el norte de España; hoy es ya un artista consolidado, si bien asegura que hoy en día casi ningún pintor puede vivir exclusivamente de vender cuadros. Otros artistas dan clase y él sigue en la Fábrica de Armas.

La exposición tiene dos temas principales: las cristaleras de colores del Neues Museum de Nüremberg (Alemania) vistas desde el interior y el Centro Niemeyer de Avilés, plasmado tanto por dentro como por fuera. En este segundo edificio, aparecen como "extras" Fontela y la mujer del artista. Aunque Bernabé Fernández prefiere emplear anónimos e incluso "podría prescindir de ellos", porque lo que le interesa es el espacio en el que se encuentran. El 95 % de lo que pinta, asegura, "es lo que hay". En el escaparate de la galería luce un pasillo del aeropuerto de Barcelona pintado en julio 2015, "el más representativo de mi estilo hasta ahora; el claroscuro y el trasiego del viajero me atraen", puntualiza. Nunca titula sus obras. "Para eso no soy creativo", se excusa.

El reguerense no pinta del natural, "por comodidad", sino que emplea instantáneas. "Intento hacer las fotos siempre por la tarde, me gusta la luz acaramelada. Siento no ser mejor fotógrafo. Si puedo las hago yo, pero mi hermana y Hugo, que viajan mucho, también me mandan". Elabora retratos, pero solo por encargo, y prefiere no plasmar con los pinceles una escena de su cabeza porque le saldría "muy básico"

En sus cuadros aportar un enfoque distinto. "Tampoco quiero sorprender, pero busco salirme de lo general. Pinto lo que me satisface. Intento estar a gusto conmigo mismo. Hay pintura que te produce sensaciones desagradables, yo intento ser tranquilo. El hiperrealismo me aburre, la cámara lo hace mucho mejor", declara el pintor.

A veces, el reguerense se siente postergado por los poderes fácticos. "Para los críticos de arte, parece que los figurativos no existimos. ¿Quién tiene obra en el Museo Bellas Artes? Los que tienen amistad. A mí y a otros pintores nos da la sensación de que la obra vanguardista fue siempre la amparada por los políticos con el presupuesto", protesta.

Bernabé Fernández considera que los grandes circuitos como la Feria Internacional de Arte Contemporáneo de Madrid (ARCO) le quedan muy lejos, pero, si viniese algún agente, se lo encontrará en sus labores: "Trabajo con 10 o 15 obras a la vez, mientras una parte se está secando sigo en otra".