Leo con preocupación las reiteradas noticias aparecidas en la prensa sobre las intenciones del tripartito que gobierna la ciudad de Oviedo sobre el destino de las instalaciones hípicas de El Asturcón, y no puedo permanecer en silencio ante la descabellada propuesta de convertirlas en la futura Ciudad de Fútbol del Real Oviedo.

No parece muy consecuente con las ideas anticapitalistas de esos ediles ovetenses entregar todas esas instalaciones a uno de los hombres más ricos del planeta, Carlos Slim, dueño del Real Oviedo. Curioso sentido del uso social de unas instalaciones que hasta ahora -aunque mal gestionadas- han prestado un buen servicio a cientos de jóvenes que allí han aprendido a manejar los caballos.

En estos tres últimos años, todas las semanas de octubre a finales de junio, las tardes de los miércoles y los viernes, he podido comprobar la labor que allí se venía realizando. Dudo mucho que los ediles de nuestro Ayuntamiento conozcan en detalle la labor que allí se cumple; no sólo por la escuela de hipoterapia, gracias a la cual han mejorado de sus limitaciones muchas personas, también porque por unas módicas cuotas niños y jóvenes de toda condición han podido disfrutar de una actividad deportiva que de otra forma no hubiesen tenido a su alcance.

Con su descabellada propuesta parece que el Alcalde y sus sostenedores siguen creyendo que la hípica es una actividad exclusiva de los ricos, de los que no suelen votarles a ellos. Están totalmente equivocados; les invito a que pisen las instalaciones de El Asturcón y comprueben a quiénes van a perjudicar con su futura decisión y luego espero que rectifiquen.

Sé de la deficiente gestión que la empresa concesionaria vino realizando allí -suciedad, abandono de los bóxeres, mal cuidado de los caballos- y que las cuotas por los cursos no cubren los gastos de mantenimiento, pero si hay problemas hay que solucionarlos con una gestión eficiente, controlada por el Ayuntamiento y con unas tarifas que cubran parte de los gastos, pero nunca que sean excluyentes. La actividad que allí se realiza sí que es social y de interés general público, en beneficio de toda la comunidad y no de un club privado, como es el Real Oviedo.

Cuando se habla del coste de El Asturcón se olvida el de otra de las obras absurdas realizadas en Oviedo durante la era gabiniana, "el nuevo Carlos Tartiere", espectacular estadio de fútbol que costó miles de millones de euros. Por su uso no paga nada el Real Oviedo y el mantenimiento es a cargo de su propietario: el Ayuntamiento. Que yo sepa, nadie pretende derribarlo, aunque razones económicas hay para ello en el que durante años ha sido escenario de encuentros de Tercera División; una inversión pública faraónica para un club de unos particulares.

Las enfermedades no se curan liquidando al enfermo, sino buscando el tratamiento adecuado; los problemas de El Asturcón no se solucionan derribándolo o reconvirtiéndolo en una ciudad deportiva o en un circuito de karts, sino trabajando, haciendo una gestión pública eficiente que permita mantener los fines sociales que hasta ahora, incluso con sus deficiencias, ha venido prestando a los ovetenses.

Cada actividad en su sitio: los caballos en El Asturcón, el fútbol en el Tartiere y en El Requexón.