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Una Noche Blanca de andar por casa

El éxito en los talleres de los barrios y en las actividades infantiles y diurnas confirma que Oviedo quiere una cultura para todos los públicos

Centenares de personas esperan para acceder al Museo de Bellas Artes, la noche del pasado sábado. LUISMA MURIAS

La Noche Blanca de Oviedo, que se celebró el pasado fin de semana, empezó su andadura con pasos de equilibrista. El cambio en el gobierno municipal, tras las elecciones de mayo, la ponían en la cuerda floja. Porque esta cita ha recibido durante estos años críticas por el alto desembolso que realiza el Ayuntamiento para una sola noche; por pagar a los artistas y así limitar la creación libre; o por la falta de representatividad de todos los sectores artísticos, dejando entrever algún posible trato de favor. Pero los miles de ovetenses que participaron en la Noche Blanca lanzaron otra vez a los políticos el mensaje que repiten desde 2013. Quieren que en su ciudad pasen cosas, quieren cultura subvencionada, y cuanta más, mejor.

Los jóvenes del Antiguo celebraban poder escuchar en su barrio música en directo mientras disfrutaban del aperitivo. También lo hacían familias completas y pandillas de adolescentes. El maratón musical que organizó la asociación Oviedo Redondo durante todo el día en la plaza del Paraguas, puso encima de la mesa un nuevo modelo de Noche Blanca. Actividades gratuitas (para el público y para los participantes, que tocaron por el simple placer de tocar) organizadas por la propia gente del barrio, que sabe lo que quiere la gente de su barrio. Y así fue, un éxito total. Lo mismo pasó en los centros sociales de Trubia, Tudela Veguín o La Corredoria. Hasta ahora, el concepto Noche Blanca parecía que solo era aplicable al centro, pero la pequeña prueba que se hizo este año, programando conciertos corales en estos centros, recibió una respuesta más que aceptable. Al igual que los talleres y actividades en galerías de Vallobín, en la zona de los Dominicos o por Silla del Rey. Superaron todas las expectativas, y supieron a poco.

Los niños (y sus cuidadores) fueron los que más celebraron que se les tuviera en cuenta. Las actividades infantiles agotaron las localidades en todos sus pases. No importaba tener que esperar 40 minutos para entrar en el espectáculo de títeres de la Herradura, o tener que estar tirado en el suelo pintando una cartulina en el Campoamor. Esta noche también era suya y no llamaba la atención ver a muchos menores de madrugada volviendo agotados a sus casas. Y lo hacían con una sonrisa en la cara. Se habían divertido, y también se quedaron con ganas de más.

Aunque la entrada es gratuita todos los días, la asistencia masiva al Bellas Artes demostró que la gente necesita un impulso para acercarse a algunas ramas artísticas, y que este tipo de eventos son una buena herramienta para ello. Al igual que en las Pelayas. Sus rezos están abiertos al público todos los días, pero las colas solo se forman en la Noche Blanca. No se sabe si este bloqueo viene por el miedo al "no lo voy a entender", si es por dejarse llevar por el "no es mi estilo"; o es por la falta de una promoción adecuada. Pero aunque solo sea por un día, todo eso se dejó a un lado. Quizás lo que se necesita es justo eso. Más noches en las que el arte rompa con ese falso concepto elitista que se le impone. Más noches en las que la cultura salga de su círculo habitual y se relacione con los ciudadanos de tú a tú. En definitiva, más noches de andar por casa.

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