Ya se terminaba con un blues (Carlos Núñez Cortes, piano, y Jorge Maronna, balones) el estreno en el Auditorio de la antología de "Les Luthiers", "¡Chist", y seguramente, en ese momento final, muchos espectadores tendrían dolor abdominal de la risa constante. No hay tregua con el fino humor del grupo.

El hilo conductor es el de dos políticos y/o corruptos (Marcos Mundstock dixit) que se reúnen para variar el himno de su país para favorecer sus intereses. Por ahí aparece, a modo de presentación, el músico encargado de hacer el cambio, músico que hace estrofas muy simples. Se le orienta para que el himno vaya en dirección del partido del presidente de la República. Hay un guiño a Asturias (con gran ovación) cuando le piden los políticos corruptos que haga orientaciones en el texto hacia los más pequeños, a lo que Núñez Cortés dice: "Para los guajes". En ese lío de corrupción le dejan entrever para dónde irá un 20% del pago, ante su irritación. Se lo aclaran: "No, el 20% es para ti y el 90% para nosotros".

Ése fue el pasaje número dos. "¡Chist!" empieza con las "canciones descartables" de Manuel Darío, nombre de poeta diría "el cantautor" haciendo gala de su ignorancia. En ese tiempo de entrada ya nacen las primeras carcajadas con el "cantautor" que nadie quería oír: ni la maestra, ni el psiquiatra, ni sus padres...

Al poco, tras "La comisión" del himno, reaparece "La Bella y graciosa moza marchose a lavar la ropa", donde surge el trabalenguas tras perder los papeles de la letra.

Es también donde Mundstock pone su voz de Mastropiero. Más adelante relata que todas las músicas son iguales y que las crónicas de las obras son trasladadas a sucesos.

Y el "Bolero de los celos". Celos de todo: de la Luna, de la silla, del "collar de tu cuello", pero, sobre todo, "Celos de tu marido". Excelente el cántico enclaustrado de la "Educación sexual moderna" (con el "dubi, dubi, du" de estribillo).

"La hija de Escipión", que es el "fragmento de una ópera" con la coña del miedo a Escipión de por medio, que, finalmente, entrega a su hija a hombre sin tantos honores como pedía al principio.

Incluso tiempo de efectos y de gran cachondeo con "La redención del vampiro", con capa fluorescente portada por el vampiro "en extinción".

También el lío instrumental en el "Encuentro en el restaurante". Para rematar con un muy logrado rap: el rap de los jóvenes que se van a la discoteca, donde encuentran grandes placeres, lo que provoca la pregunta: "¿Dónde está esa discoteca?", o con las drogas ("¿qué droga es ésa").

Y es que "Les Luthiers" tienen números que no envejecen. Sus actuaciones siempre consiguen la carcajada, la risa o la sonrisa al más mínimo gesto o expresión de cada uno de sus miembros.

En realidad, su maestría hace que el que entra en su mundo nunca se va. Porque "Les Luthiers" tienen millones de seguidores y de militantes de su genial causa.