Las calles del barrio madrileño de Canillas se convirtieron en 1965 en la más fiel recreación del Moscú revolucionario. Una empresa de grandes dimensiones, que tardó más de cinco meses en cristalizar, y que fue posible, en aquella España franquista, gracias a que unos estudios madrileños, los CEA, acogían el rodaje de una de las grandes superproducciones de Hollywood: la mítica Doctor Zhivago, dirigida por David Lean y protagonizada por Omar Sharif y Julie Christie.

La singular historia de estos emblemáticos estudios madrileños ejemplifica el desarrollo de la industria cinematográfica española antes y después de la Guerra Civil. La empresa que impulsaría los estudios, la productora Cinematografía Española Americana, se constituyó en Madrid en la primavera de 1932, en un momento en el que, a rebufo de la transición del mudo al sonoro, la cinematografía nacional experimentaba un momento de efervescencia que la llevaría, en los años siguientes, a disfrutar de unos años de esplendor.

El origen de la productora ha sido precisado por el historiador Rafael R. Tranche. El principal impulsor de la compañía productora fue el empresario Rafael Salgado, que a la postre sería el primer presidente de un consejo de administración en el que figuraban destacados miembros del panorama cultural madrileño, como Jacinto Benavente, Carlos Arniches, Eusebio Fernández Ardavín o los hermanos Quintero.

Entre sus primeras iniciativas, la productora adquirió unos terrenos en la Ciudad Lineal para comenzar a construir unos estudios. Finalizada la obra, en octubre de 1933, y ante las escasas expectativas de producir filmes propios, CEA comenzó a alquilar sus estudios a otras productoras, lo que propició que se filmasen en sus instalaciones algunas de las películas más emblemáticas de la época como La traviesa molinera (Harry d'Abbadie d'Arrast, 1934), La verbena de la paloma (Benito Perojo, 1935) o Nobleza baturra (Florián Rey, 1936).

Durante la Guerra Civil, Rafael Salgado apoyó de manera decidida al bando franquista, lo que le permitió, ya en la posguerra, asentar su modelo de negocio, alejado ya de la vía de la producción, y ampliar sus estudios, que se consolidaron entre los más importantes del país en las décadas de 1940 y 1950.

La preeminencia de CEA se vio apuntalada por la decisión de convertir a Sigfrido Burmann en decorador-jefe de los estudios. Y es que el alemán era el principal decorador del país en la época, y entre sus discípulos descollaban Enrique Alarcón y un joven asturiano que daría que hablar: Gil Parrondo.

La compañía entró en una profunda crisis en el primer lustro de la década de 1960, viéndose abocada al cierre en 1966. Pero antes, tuvo un último destello de esplendor al acoger el rodaje de Doctor Zhivago entre diciembre de 1964 y octubre de 1965. Una despedida de altura para unos estudios que marcaron época.