La ansiedad es la emoción más universalmente experimentada por el ser humano. ¿Quién no ha sentido ansiedad alguna o varias veces ante circunstancias complicadas o adversas?.

Por eso, lo primero es entender que la ansiedad es algo normal. Todo el mundo la ha sentido y la puede sentir en cualquier momento. Es algo inherente al ser y estar vivo. Lo que se sale de lo normal (de la norma) es sentirla con excesiva frecuencia y, sobre todo, cuando es desproporcionada con la causa que la provoca.

Por tanto, debemos valorar la ansiedad como una carga de energía que nos pone en marcha para algo. Y ese algo puede ser positivo (conseguir un propósito, lograr un deseo, satisfacer un capricho), que sería lo que llamamos ansia o anhelo.

Como es algo positivo, generalmente lo aceptamos. La cuestión es que ese "algo" puede ser negativo (una amenaza, un peligro, un problema). Entonces, igualmente, el sistema nervioso se carga de energía para afrontarlo o evitarlo (luchar o huir).

En definitiva, tanto para lograr lo positivo como para protegernos de lo negativo, necesitamos de la ansiedad como energía vital (necesaria para vivir). Eso sería una ansiedad lógica (no patológica) y, generalmente, no debe preocuparnos porque tiene una finalidad.

El problema surge con nuestro raciocinio traicionero y nuestra imaginación que no tiene límites. Cuando, por ejemplo, anticipamos acontecimientos de forma catastrofista cuando aún no han ocurrido. Son los célebres "Y si?". "Y si tengo un accidente", "Y si me despiden del trabajo", "Y si a mi hijo le pasa algo". Sin duda, se trata de acontecimientos de toda índole, que pueden ocurrir o no. Los actualizamos mentalmente como si estuvieran ocurriendo ya o fueran inevitables. Cuando esto sucede, nuestro sistema nervioso responde de forma automática con una carga de energía-ansiedad.

En nuestro cerebro hay unos centros de alarma que se disparan cuando perciben signos de peligro. Pero ¡Ojo! Se disparan tanto si el peligro es real como si es imaginario, no entienden de realidades. Responden cuando les llega la señal de la corteza cerebral (la que piensa y se imagina cosas). Entonces, el objetivo para regular la ansiedad es: "Esta amenaza que pienso ¿es real y está ocurriendo ahora?". Si la respuesta es SÍ, la ansiedad es lógica y normal (acorde con las circunstancias). Si la respuesta es NO, la ansiedad es desproporcionada y fuera de la realidad, careciendo de sentido en ese momento.

Habrá, pues, que posponerla al momento en que realmente ocurra la amenaza (si es que ocurre). En realidad, sentimos según pensamos y actuamos según sentimos.

Vamos a tratar de que la activación de la ansiedad sea la justa y necesaria para afrontar el día a día; pero focalizada siempre en el aquí y ahora. Nuestro momento en la vida es el presente; el pasado pasó y el futuro está por llegar.