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El pasado perfecto de "Les Luthiers"

La antología "¡Chist!" mantiene las esencias del grupo argentino sin sufrir el paso del tiempo

El regreso al pasado no defrauda si ha sido bueno. "Les Luthiers" realizan un viaje corto en el tiempo, apenas poco más de cien minutos de espectáculo, para recorrer cuatro décadas con su antología "¡Chist!", cuya gira se inicia en Oviedo estos días con representaciones en el auditorio Príncipe Felipe hasta el domingo. Son diez obras que guardan la esencia más pura y genuina del grupo argentino.

Uno se sienta en la butaca bien predispuesto a entregarse, despliega las orejas, abre los ojos y se deja llevar por la risa repetida, que no es menos divertida por ello, y fluye desde la sonrisa permanente a la estruendosa carcajada; uno sigue admirando la genialidad con la que construyen instrumentos (espectacular el de viento hecho con balones del epílogo dedicado a una pieza de jazz con piano), componen músicas y canciones y las interpretan, aunque no se pueda salir corriendo cuando canta Marcos Mundstock; y uno se admira otra vez de las habilidades para componer guiones cómicos llenos de vericuetos semánticos, ironías, juegos de palabras, equívocos fonéticos, a pesar de haber sido ya escuchados. Porque uno es muy fan, fiel militante y fácil de contentar, aunque sea con historias conocidas y saboreadas que no provocan acidez y abarcan la historia de "Les Luthiers".

"¡Chist!" es un espectáculo clásico, compuesto de actuaciones clásicas y realizado por unos genios clásicos, pero no resulta antiguo. Mantiene, y ésa es la virtud del arte, toda la frescura original de su creación y el tiempo no lo envejece, pese a que sus integrantes ya cumplen los "cincuenta y veinte". "Les Luthiers" son como uno de esos verbos irregulares que siempre sorprenden en sus conjugaciones. Han restado uno para sumar dos en el resultado. La triste y reciente desaparición de Daniel Rabinovich ha sido compensada con la llegada de Martín O'Connor (en labores de actor y cantante) y Horacio Tato Turano (principalmente como músico). En realidad, hace tiempo que "Les Luthiers" pasaron de ser cinco a seis, con la retirada prematura de Rabinovich, cuya sombra flota por el escenario. Resultó imposible no recordarle en la representación de "Encuentro en el restaurante", que ahora interpreta Martín O'Connor, quien ha asumido muchos de los papeles y funciones escénicas del gran Rabinovich. O en la alusión final al "pichi-pichi". Nadie es imprescindible, pero hay personas difíciles de reemplazar.

Todos sus estilos musicales, sus registros cómicos, sus subterfugios escénicos están en las diez obras que componen esta antología: las canciones descartables de "Manuel Darío", las himnovaciones de "La comisión" (hilo conductor del espectáculo), el madrigal de "La bella y graciosa moza marchose a lavar la ropa", la canción ecológica de "Solo necesitamos", el fragmento de ópera de "La hija de Escipión", el trío pecaminoso de "El bolero de los celos" (en el que en la guitarra de Jorge Maronna suena el requinto de "Los Panchos"), el cántico enclaustrado de la "Educación sexual moderna", la hematopeya de "La redención del vampiro", la rapsodia gastronómica de "Encuentro en el restaurante", o el R. I. P. del rap de "Los jóvenes de hoy en día".

Cada acólito de "Les Luthiers" habría confeccionado su propia antología, como cada aficionado al fútbol haría su propia alineación. Personalmente, eché en falta el sendero de Warren Sánchez, el telepredicador perseguido por el FBI. Pero volvieron a llevarme al entusiasmo con "La comisión", el "sketch" sobre la corrupción que, intercalado entre el resto de las obras, va hilvanando el espectáculo. Dos políticos son comisionados para cambiar de forma delirante el himno nacional, siempre arrimándolo a sus espurios intereses. El guión es tan preciso para describir la lacra que lastró Hispanoamérica y hoy es triste actualidad en España que su magnífica comicidad no evita un poso de desencanto con nuestra cotidiana realidad.

En "La comisión" dejan dos de esas perlas maravillosas que pueden ser una exacta definición de la corrupción: una en el reparto del dinero: "No, el 20 por ciento es para ti, el 90 por ciento para nosotros"; la otra cuando tras afirmar que todo lo hacen por el pueblo espetan: "Y al país que le den dubi-dubi-dubi".

A punto de cumplir cincuenta años en dos siglos, efeméride que ya esperamos con ansiedad para 2017, la actual antología "Chist" es un magnífico anticipo del viaje por la historia de "Les Luthiers", por su pasado perfecto.

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