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Con nombre propio | Pablo fernández menéndez | Físico ovetense, forma parte del equipo de Takaaki Kajita, ganador del premio Nobel de Física 2015

La Física ganó a lo físico

El joven ovetense dejó el fútbol, que le dio el sobrenombre de Strachan, por los estudios, que comenzó en su ciudad y continuó en Madrid

La Física ganó a lo físico

No había nacido cuando el central escocés Gordon David Strachan le metió un gol a Alemania Federal en el Mundial de México y con sus 1,68 metros de estatura trepó por las vallas publicitarias del estadio a modo de celebración y reivindicación. Pablo Fernández Menéndez nació tres años después en 1989 y no jugó de central, lo hizo de lateral derecho en el equipo de fútbol de su barrio, Vallobín. Pero aún así a Pablo Fernández sus amigos le siguen llamando Strachan. Lo que tenían en común el ovetense y el escocés, hoy seleccionador de su país, es que son pelirrojos.

Aquel chaval que iba al Auseva y se crió en el barrio de Vallobín es hoy un científico tan de éxito que forma parte del equipo de Takaaki Kajita, galardonado esta semana con el premio Nobel de Física por su proyecto Super Kamiokande, el observatorio de neutirnos en el que se descubrieron las oscilaciones de esas partículas.

La física le ha dado a Pablo Fernández el trabajo de su vida pero no siempre lo tuvo claro. Llegó a través de las matemáticas. Era un chaval inquieto que se preguntaba por qué ocurren las cosas y que poco a poco fue buscando las explicaciones en números y ecuaciones. En los últimos años de Secundaria, también en el Auseva, tenía prácticamente su futuro decidido: sería un flamante estudiante de Químicas en la Universidad de Oviedo. Así lo había preparado, incluso llegó a participar en la olimpiada nacional de Química que se organiza anualmente entre alumnos de bachillerato de toda España, pero al final cambió de opinión, le tiraba más la Física.

Estuvo tres años en la Facultad de Física de la Universidad de Oviedo pero al cuarto se confirmó lo que ya se veía en el patio del Auseva, no que jugase muy bien al fútbol, sino que tenía una capacidad intelectual por encima de lo normal y que estaba llamado a hacer algo importante. La física fue ganando terreno a lo físico y poco a poco tuvo que dejar el fútbol, una de sus pasiones aunque confiesa que no le gusta verlo por televisión ni en el campo, sino jugarlo. Los siguientes años de carrera, los dos últimos, los hizo en Madrid, donde hoy es profesor ayudante en la Universidad Autónoma y desde donde trabaja en el laboratorio de Kajita. Seis meses al año los pasa en Japón donde él y el resto del centenar de investigadores que forman parte del proyecto, entre los que tan sólo hay tres profesionales españoles, ponen en común sus avances y van trazando las líneas generales de este proyecto y del próximo, en el que también trabajará el ovetense.

No es Pablo Fernández Menéndez un tipo especialmente hablador. Es más, tiene cierto punto de científico introvertido, de hombre al que no le gusta demasiado contar a qué se dedica ni dar demasiadas explicaciones de su vida. Pero todo eso cambia cuando se encuentra entre amigos o cuando va conociendo poco a poco a una persona. Su año está dividido entre Madrid y Japón, entre su casa de San Sebastián de los Reyes, donde vive con su chica, y el país asiático, pero siempre busca un hueco para regresar a Oviedo. Es en ese momento cuando a los amigos les suena el teléfono y ven que es Strachan quien les está llamando.

Pablo Fernández nunca dice que no a unas cañas o a unas sidras con sus amigos en Oviedo. Sus colegas son conscientes de la importancia de sus investigaciones y por eso siempre que tienen la oportunidad le piden que les explique de qué va la cosa, a qué se dedica en realidad. Él, con su faceta de docente, intenta explicarse y que sus compañeros de andanzas escolares entiendan más o menos, con el paso de los años, a lo que se dedica. La cosa termina siempre con un choque de vasos de cerveza o pidiendo otra ronda mientras alguien se atreve a decir lo que otros piensan, "déjalo 'Strach', no entendemos nada de lo que estás contando". Llega el momento de recordar viejas anécdotas de adolescencia. En realidad, importa poco, llevan años sabiendo que su amigo está muchos peldaños por encima y están orgullosos de haber compartido balonazos en el Auseva.

Seguirá trabajando con sus neutrinos e intentando buscar el por qué de las cosas. Seguirá practicando deporte cada vez que pueda y llamando a los amigos para olvidarse un poco del trabajo y tomarse unas cañas. Aunque tampoco podrá dejar de pensar en la Física porque lo que hace es algo más que un trabajo, es una pasión.

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