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Reliquias como antenas

La Iglesia católica siempre está mucho más del lado de la ciencia que del de la fe cuando de milagros y reliquias se trata

Reliquias como antenas

Otra vez la polémica entre fe y ciencia, en esta ocasión a cuenta de un congreso celebrado en Oviedo donde se abordó la cuestión de las reliquias que se veneran en la Cámara Santa de la Santa Iglesia Catedral Basílica Metropolitana de Oviedo. No sobra recordar los títulos íntegros de San Salvador.

Una polémica en realidad inexistente porque, con el filósofo asturiano Gustavo Bueno, hay que repetir una vez más lo elemental: no hay discusión posible entre fe y ciencia. Sí entre fe o, mejor dicho, teología y filosofía.

La ciencia se mueve en el plano de las categorías, y la filosofía y compañía, en el de las ideas. De igual forma que los neutrinos atraviesan nuestros cuerpos por trillones cada segundo y atraviesan, asimismo, el planeta Tierra con esa misma limpieza, las ideas cruzan las categorías sin choques aunque, todo hay que decirlo, no con indiferencia. Pero lo que cuenta para el caso es que no cabe semejante polémica.

Ítem más. La Iglesia católica siempre está mucho más del lado de la ciencia que de la fe si de milagros y reliquias se trata.

Quizá cueste entenderlo porque los prejuicios mandan como mil dictadores.

La Iglesia es una gran aventura de pensamiento. Si a alguien le repugna una aparición es a un teólogo. Las brujas eran quemadas no porque se acostasen con el diablo, sino por fingirlo.

Para un providencialista, los veinte siglos de la Iglesia son de factura divina. Para el resto, una colosal arquitectura racional. Y quien niegue desde el ateísmo esta segunda proposición, la de la arquitectura racional, sólo le queda bautizarse o, si cupiese, rebautizarse porque su punto de vista está haciendo una propaganda clamorosa de la trascendencia.

Las reliquias están ahí. Si se considera que no son falsas -no es lo mismo falsas reliquias que reliquias falsas, ojo- y se demuestra, se dice. O, mejor, quien opine que determinado hueso escafoides pertenece a tal santo debe demostrarlo.

La ciencia manda en ese plano. No cabe la menor duda.

No sobra repasar lo que ha ocurrido con la reliquia más famosa de la cristiandad: la Sábana Santa de Turín.

Después de un año de estudio, un afamado laboratorio seleccionó unas muestras. Repito, después de un año de detalladísimas evaluaciones.

Tres laboratorios de primer nivel mundial recibieron esas muestras simultáneamente. Y también un trozo de tela de una momia egipcia, un pedazo de manto áulico del Barroco y no sé qué más. Por cierto, con el procedimiento del doble ciego. Nadie sabía nada de nada ni de nadie.

Dataron la momia, el manto y la tercera muestra según ya se sabía. A la Sábana Santa la situaron, con un margen de error de unas decenas de años, en la Baja Edad Media. Asunto concluido. Sólo un ignorante o un fanático puede decir desde entonces que es la síndone que cubrió el cadáver de Jesucristo. Por cierto, la Iglesia aceptó oficialmente ese resultado.

Pero, ojo, y aquí viene lo interesante: sigue siendo objeto de culto. Es lógico. Ocurre lo mismo con las imágenes. Ahí está, por ejemplo, en la iglesia prerrománica de San Pedro de Nora una talla del primer Papa. A nadie se le ocurre pensar que es San Pedro convertido en madera animada. Ni al más loco se le podría pasar por la cabeza semejante opción. Pero sirve como lo que es, como imagen, como objeto de culto, como pieza que remite al San Pedro -y estoy, claro, ya en la perspectiva de la fe- que está en los cielos con las llaves, nada menos, y al que se dirigen por este procedimiento las correspondientes plegarias. Dicho con un poco de humor, es una antena.

Las reliquias de la Cámara Santa no se sostienen según los expertos, entre los que hay varios sacerdotes muy cualificados, pero siglos de respeto y veneración no pasan en balde. Remiten a un espesísimo poso de creencias que la Iglesia tiene en cuenta muy acertadamente ¡desde su perspectiva veterorracionalista!

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