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La ciudad y los días

Tal día como hoy

La trivialización de una tragedia colectiva

Tal día como hoy

Hoy, martes y 13, se cumplen exactamente ochenta y un años de lo que se puede considerar como el final en los combates de la Revolución de Octubre de 1934. Un trágico error de sus aventurados dirigentes, con resultados desastrosos para los propios revolucionarios además de preludio indiscutible de la cruenta Guerra Civil que estallaría veinte meses después.

En el libro "Ramón González Peña. Generalísimo de la Revolución", de Juan José Menéndez, no precisamente afín a las tesis gubernamentales (Silverio Cañada Editor. 2002. Pág. 162), leemos: "A partir del día 13, Sama de Langreo se convierte en la capital revolucionaria (?). Pero la suerte estaba echada: el avance de las fuerzas gubernamentales era ya imparable".

Emilio García Gómez, tampoco sospechoso de parcialidad, escribe: "Fue el comienzo del desplome de la revolución obrera. Aparte de Oviedo y Gijón, los demás puntos de la geografía revolucionaria fueron cayendo como las piezas de un dominó. Los comités locales fueron los primeros en desertar acogiéndose al sálvese quien pueda (?). La huída del Comité Revolucionario significó el golpe mortal al movimiento" ("Asturias 1934. Historia de una tragedia". Ed. Pórtico 2009. Pág. 232).

El balance fue desolador: más de mil muertos y casi tres mil heridos y mutilados, la mayoría civiles; un centenar de desaparecidos; 35 religiosos asesinados; un millar de edificios destruidos, la Catedral dañada, la Universidad en llamas -desastre provocado ¡que ahora se pone en duda!-, el Banco de España saqueado; puentes, comercios, almacenes, calles enteras en ruinas, cinco mil detenidos, miles de personas sin empleo y sin hogar? Olvidaba decir que la rebelión fue contra la República. Sí: la República Española de la bandera roja, gualda y morada, que con tanto gusto enarbolan ahora algunos muchachos recién llegados.

El día 13 era sábado, y el general López Ochoa, principal encargado de sofocar la revuelta, decidió estimular la moral de la población de Oviedo, epicentro de los combates, con un vibrante desfile militar. En uno de los libros leemos: "Los pocos seres humanos que, desquiciados, vagan entre ruinas humeantes, responden al reclamo con sorpresa e incredulidad mientras, como topos surgidos de sus madrigueras, salen de sótanos y refugios entre vítores y lágrimas". No eran sólo burgueses agazapados, como ahora se pretende.

El ministro de la Guerra, Diego Hidalgo, dirigía una soflama a la población civil y a los cuerpos armados que concluía así: "Sentid siempre el orgullo de haber contribuido con vuestro valor y vuestro esfuerzo a que la República se afiance y consolide, venciendo a los que pretenden convertir un estado de democracia, de cultura y de paz en un sistema de violencia, destrucción, hambre y dolor".

Cómo no recordar las palabras de Salvador de Madariaga hace casi treinta años: "Con la revolución de 1934, la izquierda española perdió hasta la sombra de autoridad moral para condenar la rebelión de 1936". Indalecio Prieto había cantado su particular palinodia a raíz de la guerra civil: "Me declaro culpable ante mi conciencia, ante el Partido Socialista y ante España entera de mi participación en el movimiento revolucionario de octubre".

Muestrario a vuela pluma que patentiza la verdadera significación de aquellos lamentables acontecimientos que ahora se trata de glorificar trivializando una tragedia colectiva. Una manipulación ideológica que forma parte de un programa pretendidamente cultural y festivo.

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