Juan José Fernández Torres, veterinario, especialista en seguridad alimentaria, y antecesor de Armando Solís en la presidencia del colegio asturiano, fue uno de esos niños ovetenses que en los años sesenta jugaba en las escaleras de la antigua estación del Vasco. No le resultaba complicado porque nació y se crió en la calle Víctor Chávarri, frente a uno de los lugares que ya forman parte del imaginario ovetense, aunque haya desaparecido de la faz de la ciudad hace años. Fernández Torres, pequeño de cuatro hermanos, vio la luz en 1958 y pronto fue consciente de que quería dedicarse a la veterinaria, la profesión de su padre.

De los Jesuitas a la Universidad de León. "Guardo un especial cariño de los juegos en la antigua estación del Vasco, con aquellos azulejos tan bonitos, que nunca debieron desaparecer de allí. A los cinco años empecé mi vida escolar en el colegio de los Jesuitas que estaba en la calle Cervantes con Marqués de Teverga. Luego estuve un año en La Milagrosa y cuando terminaron las obras del nuevo colegio, el actual, regresé a los Jesuitas para terminar allí hasta COU. Después me fui a León donde estudié la carrera de Veterinaria. Allí tuve muy buenas amistades, son años inolvidables".

Una vocación heredada. "La pasión por la veterinaria me viene de familia. Mi padre llevaba el control del matadero y de la plaza del Fontán. Él me metió el gusanillo de la profesión. Y aunque siempre se empieza con el tema de los animales, luego ya me especializcé en el control de alimentos y materia agroalimentaria".

Oviedista hasta la médula. "Soy del Real Oviedo. De hecho, si algo lamento de haberme ido a León es haberme dado de baja como socio. Si no lo hubiera hecho ahora tendría un número súper bajo de socio, pero que se le va a hacer. Después volví a darme de alta en 1981. Sin ir más lejos, el pasado domingo estuve en Valladolid disfrutando de la victoria del equipo, al que por cierto, veo muy bien. Subiremos a primera, este año o el siguiente, estoy seguro".

El Campo de San Francisco, el lugar de la infancia. "Tengo muy buenos recuerdos del Campo de San Francisco. Y es que, aunque no vivíamos al lado, de pequeños íbamos muchas veces a jugar al fútbol, donde se hacían los bailes de la herradura. Uno de mis sitios favoritos era la fuente del Caracol. Y otro lugar muy especial es la Foncalada. Por allí cerca iba a unos electrónicos con los amigos y lo pasábamos muy bien".

Una ciudad diferente. "Ese Oviedo de mi infancia era muy diferente al actual. El gran cambio empezó con las zonas peatonales. Nos quejamos porque nos gusta coger el coche para todo, pero realmente, Oviedo es una ciudad en la que se puede ir andando a todas partes. Ese es uno de los privilegios de vivir aquí. Tengo una hermana que se fue a estudiar a Madrid con 17 años, y luego se casó y ya se quedó allí a vivir, cada vez que viene no deja de recordar la inmensa suerte que tenemos. Y eso que algunas zonas están un poco cuesta arriba, pero aún así es una maravilla pasear por todas las zonas de la ciudad".

Aquellas bolas de nieve en el Naranco. "El Naranco está presente en mi vida, como en la de la mayor parte de los ovetenses. Cuando nevaba subíamos a tirarnos bolas; jugábamos a hacer muñecos. Luego nos salían sabañones y mi padre siempre nos regañaba, porque se nos olvidaba hasta ponernos los guantes. De vez en cuando todavía subo hasta allí y siempre me acuerdo de todo eso. A veces voy caminando. Me gusta hacer ejercicio y lo cierto es que viene muy bien para combatir todas esas cosas de la tensión y el colesterol que acaban por aparecer. En verano cuando lo dejo un poco de lado, las cosas no van tan bien, lo noto bastante".

Una semana para encontrar trabajo y una mili provechosa. "Terminé la carrera; llegué a Oviedo, me colegié y al cabo de una semana empecé a trabajar en campañas de saneamiento. La veterinaria es una profesión que tiene ciclos altos y bajos y a mi me tocó una época de alta demanda de profesionales. El caso es que tuve que interrumpir el trabajo para ir a hacer la mili, con tan buena suerte que me destinaron a un hospital de ganado en Barcelona. Además de curar a los animales que llegaban, que eran casos bastante extremos, se hacía sobre todo control de alimentación. Así que la mili fue un gran campo de prácticas que me sirvieron mucho más adelante. Luego me mandaron a un batallón de montaña con mulos y caballos de los oficiales, con casos clínicos muy interesantes. Aquel cuartel lo había asaltado ETA y el ambiente estaba un poco enrarecido. En 1983 volví a Oviedo y me apunté a una lista de interinos. Me destinaron a Pola de Siero. En 1992 aprobé la oposición par el cuerpo de veterinarios del Principado. Cuando mi buen amigo José Antonio Miyar fue director general de Consumo me nombró jefe de servicio. Fueron años de cambios y muchos contactos con asociaciones de consumidores y amas de casa, todo un descubrimiento. Con ellas trabajamos mucho. En general, hoy las normas se cumplen y si hay que poner una sanción se pone, pero las cosas son muy distintas a como eran en 1983".

"Estoy casado con Carmen Rodríguez, y Arturo, nuestro hijo, no ha seguido la tradición familiar de la veterinaria. A cambio, hizo Ingeniería Industrial, y le va muy bien. Es un chaval fenomenal. A mi siempre me ha gustado participar en iniciativas interesantes. Una de ellas es AVESA, la asociación de veterinarios especialistas en seguridad alimentaria. El año que viene cumplimos las bodas de plata y queremos organizar un acto en Oviedo, con gente muy conocida. Es importante informar y divulgar; al fina, consumidores somos todos"