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El coleccionista forzoso de balones

Nicanor Fernández reclama desde hace diez años, "harto de pelotas e intrusos", que el Ayuntamiento suba la red de una pista de futbito que hay frente a su casa

El coleccionista forzoso de balones

"Quiero que suban unos metros la red de protección de la cancha, que pongan un techo de tela o que instalen unos barrotes. No creo que desear estar en el salón sin sobresaltos y conciliar el sueño sea pedirle mucho a un Ayuntamiento". Nicanor Fernández explica su odisea doméstica mientras sostiene dos balones en las manos y otro con un pie. Son los últimos que ha recogido en el jardín de su casa, en Olivares, pero tiene muchísimos más. "Qué se yo, perdí la cuenta en estos diez años". Ese el tiempo que este vecino del Alto de Buenavista y dos familias más llevan soportando las consecuencias de tener una pista de futbito y baloncesto "con una "ridícula red" delante de sus viviendas. Su chalet es el más afectado porque está justo enfrente de la cancha, exactamente a once metros en línea recta. Así, todos los días se cuelan balones en su parcela y algún jugador en busca de ellos. "Estamos hartos de pelotas y de intrusos", insiste.

La colección de balones de este vecino aumentó considerablemente cuando decidió desconectar el timbre de la puerta porque no soportaba las llamadas a horas intempestivas. "Aquí vienen chavales y no tan chavales, como de treinta y pico años, a jugar por la noche hasta las dos o tres de la mañana, y los fines de semana ni le cuento. Como ya no abro la verja, se cansan de esperar y se van sin el balón", explica Nicanor, que ha tenido algún encontronazo con los intrépidos que deciden saltar el muro y el seto de su casa para recuperar la pelota.

La Policía Local acude regularmente a Olivares por este problema, pero no siempre la llaman los vecinos. A veces lo hacen los jugadores. "Me han llegado a advertir de que si la perra les muerde, iba a tener que pagarles. Eso ya sería lo que me faltaba", comenta el mayor afectado por la cancha. La perrita "Sena" corretea alegremente por el jardín detrás de una pelota. Por el momento, nunca se ha puesto agresiva con los jugadores, que saben de su presencia gracias al cartel "Ojo, perro suelto" que Nicanor ha puesto en la puerta.

Además del sueño, este vecino y su familia han perdido por culpa de las pelotas el pequeño huerto que habían hecho en su parcela. Nicanor lo explica: "Cada día crecían un par de balones entre las patatas y los pimientos".

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