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la columna del lector

El "reverendo" irreverente

El lunes 26 de octubre, a las 13.15 horas, asistí a un espectáculo bochornoso e indignante en la basílica de San Juan el Real de Oviedo.

Se celebraba el funeral de doña Luisa, madre de una compañera del coro en el que canto.

La ceremonia no la oficiaba don Francisco Javier Suárez Fernández, titular de la parroquia, sino otro sacerdote, con el que el yerno de la fallecida, miembro del coro, habló previamente para concretar los detalles sobre las obras que se podían interpretar y las modificaciones que teníamos que hacer en las mismas.

Las obras elegidas fueron "In monte Olivetti" de José Ignacio Prieto, "Wenn ich einmal soll scheiden" de J. S. Bach, "Heilig, Heilig, Heilig" de F. Schubert (a cantar en castellano por mandato del oficiante), "Ave Verum Corpus" de Mozart, el "Hallelujah" del "Messias" de Händel... todas obras religiosas y de grandes compositores de todos los tiempos.

Don Francisco Javier, que no se encontraba en la basílica en el momento de la ceremonia, llegó en coche, que dejó aparcado en la misma puerta del templo y cuando nos encontrábamos en plena interpretación del "Ave Verum Corpus" de Mozart, durante la comunión, entró en el coro como un basilisco conminándonos a callar inmediatamente. Los feligreses y el mismo oficiante miraban hacia arriba intentando adivinar lo que estaba ocurriendo.

Los componentes del coro y el organista nos quedamos petrificados escuchando al párroco cómo nos recriminaba, con muy poca o nula educación, que estuviésemos cantando, argumentando que se alargaba la ceremonia y que nadie podía tocar el órgano del templo salvo el organista oficial.

Una vez descargó su ira sobre nosotros, tuvo que escuchar la critica del yerno de la fallecida, que intentó explicarle que tenía la autorización del oficiante y que habíamos seguido escrupulosamente sus indicaciones. Don Francisco Javier contestó con un agrio "Aténgase a las consecuencias" para marcharse después "como alma que lleva el diablo" en su todoterreno aparcado a las puertas del templo.

Fuimos desalojando el coro y bajando hasta el cuerpo central de la basílica en absoluto silencio para asistir, al menos, al resto de la eucaristía y acompañar así a la familia en la despedida a doña Luisa.

Y me pregunto yo... ¿Es posible que la música moleste tanto a Dios? Yo no lo creo pues en toda la historia de las religiones la música ha ido ligada a los ritos litúrgicos.

Y también me pregunto... ¿cómo es posible que un sacerdote tenga tan poco respeto por la ceremonia de la eucaristía?... ¿y por la fallecida y su familia?... ¿y por todos los feligreses que allí estábamos?

Tuve la sensación de que se creía incluso por encima del mismísimo Jesucristo cuando desalojó a los mercaderes del templo (Jn. 2, 13-22), con la salvedad de que nosotros no vendíamos nada, sino que ofrecíamos nuestros rezos a Dios en forma de canto.

Parece ser que no es la primera vez que el padre Francisco Javier provoca tales incidentes (bien lo saben los feligreses de la iglesia del Cristo de las Cadenas en Oviedo).

Señores del Arzobispado de Oviedo, tomen buena nota y actúen cuanto antes porque este individuo les está espantando a los fieles.

Y perdone usted, doña Luisa, porque nuestra intención siempre fue despedirla con todos los honores como usted se merecía. D. E. P.

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