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El médico que nunca volvía a casa enfadado

Joaquín Bernardo Vega, facultativo de Teatinos, recibe el homenaje de un centenar de compañeros con motivo de su jubilación

Joaquín Bernardo Vega, quinto por la derecha entre los que aparecen de pie, con algunos de los médicos más jóvenes que asistieron a la cena-homenaje del pasado viernes.

"Siempre les dije a mis residentes que teníamos que terminar la jornada cansados, pero no enfadados". Éste podría ser, de algún modo, el epitafio profesional de Joaquín Bernardo Vega, médico del centro de salud de Teatinos, que el pasado viernes recibió el homenaje de un centenar de compañeros del ámbito sanitario en una cena organizada con motivo de su jubilación. "No es que tuviera ganas de jubilarme, pero tampoco me he ido regañadientes. Sencillamente creo que es un momento correcto", señala este facultativo de familia que llevaba trabajando en el citado barrio ovetense desde 1986.

Cien compañeros en una cena-homenaje, pertenecientes a todos los estamentos profesionales de la sanidad, ponen de relieve que el doctor Bernardo hizo suyo el lema de enfadarse lo menos posible. "Me considero muy afortunado con el trabajo que he tenido, y también con unos compañeros a los que debo calificar de excepcionales. No es una pose, sino una realidad. En el centro de salud de Teatinos, al tener un grupo humano tan bueno, creo que nos ha salido lo mejor de cada uno", subraya.

Joaquín Bernardo Vega (Quintana, Nava, 1950) cumplió 65 años el pasado 12 de octubre. Forma parte de la cuarta promoción de la Facultad de Medicina de Oviedo, que terminó sus estudios en 1978. Su primer destino fue Villaviciosa, y luego, ya con plaza fija, pasó por Navelgas y La Corredoria. En 1986 recaló en el barrio ovetense de Teatinos.

"La medicina es una profesión sin parangón, en todos los sentidos. Por una parte, la remuneración dineraria, y por otra, que es impagable, el trato humano, el cariño, el respeto...", señala el doctor Bernardo, quien también evoca con satisfacción su labor como tutor de médicos residentes. A los jóvenes facultativos les enseñó medicina, pero también un puñado de lecciones humanas que ha tratado de hacer realidad en su día a día. Una de ellas, esencial: "El centro de atención del médico tiene que ser el paciente, y por lo tanto la calidad del servicio que presta, pero esa calidad será mayor en la medida en que el propio profesional esté satisfecho con lo que hace".

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