Una fogata encendida por un paciente con su propio camisón y la ropa de su cama dio lugar a una notable alarma en el Hospital Universitario Central de Asturias (HUCA) en la pasada madrugada. Los hechos acaecieron a las cuatro y veinticinco de la mañana del martes al miércoles. Según los testigos, el resultado fue "una humareda tremenda" que se expandió por buena parte del pasillo, con el consiguiente susto de los trabajadores y de algunos acompañantes de los enfermos. Afortunadamente, los dispositivos de seguridad funcionaron y la diligencia del personal de la planta evitó que el suceso alcanzara mayores proporciones o causara daños personales.

La habitación 204 del complejo sanitario de La Cadellada fue el escenario del incidente. Los trabajadores, ubicados en el control de la planta de cirugía plástica -a la altura de la mitad del pasillo- percibieron con sorpresa que les invadía "una humareda tremenda y un olor bestial a quemado". Inmediatamente se pusieron a buscar el origen y se toparon en la citada habitación con la pequeña hoguera. El enfermo que la había originado -"muy desorientado", según los diversos testigos consultados por este periódico- se había encerrado en el cuarto de baño ataviado sólo con un pañal. Su compañero, también con un notable grado de desorientación, apenas se había enterado de lo sucedido.

Los trabajadores de la planta avisaron al servicio de mantenimiento. Entre tanto, unos se dirigieron a por los extintores y otros se pusieron a sofocar las llamas con sus propias manos. "Cuando llegó el extintor, no hizo falta usarlo, porque el fuego ya había sido apagado con toallas mojadas". Los operarios de mantenimiento tardaron unos minutos en llegar. "En un edificio de las dimensiones y la estructura del HUCA es difícil tardar menos", indicó un buen conocedor del complejo hospitalario.

Las ventanas del HUCA no pueden abrirse por medios normales, circunstancia criticada por numerosos trabajadores del complejo. Fue necesaria la intervención de los operarios de mantenimiento para abrir la ventana de la habitación y de la sala de familiares. A continuación, el personal recorrió la planta habitación por habitación, con el fin de cerciorarse de que los enfermos no habían sufrido daños. Así era. Una de las acompañantes que estaba en la planta había recurrido a una manta, la mojó y la colocó en el suelo de la puerta de la habitación de su hija para evitar que el humo se colara por la rendija.