Jorge Portillo Vega dejó varios escritos en su domicilio tras matar a su compañera sentimental el jueves 5 de noviembre. Uno lo metió en el buzón de una vecina y otro, compuesto por cuatro folios, dentro de su vivienda. En el primero confiesa lo que ha hecho y le pide al lector que acuda a la Policía, aunque advierte que él también estará muerto. En el segundo pide perdón y le declara su amor a María Isabel Márquez Uría.

"Estimados vecinos. Cuando leáis esta carta, estaré muerto. Mi pareja yace muerta en nuestro dormitorio", dice Portillo, para el que la magistrada titular del Juzgado de Violencia sobre la Mujer decretó el martes prisión provisional y sin fianza, y le atribuyó un delito de asesinato (sin perjuicio de que pueda modificarse la calificación a lo largo de la instrucción). Dos líneas después, el acusado escribe "He..." y deja en suspenso el resto.

La carta que dejó en su piso (con el cadáver de su pareja dentro de una habitación) está formada por páginas algo inconexas. "Estoy muy arrepentido del daño y del engaño ¿Qué voy a hacer sin ti? Estoy muy solo y podíamos haber sido muy felices. Pero tengo un problema y tengo que acabar con él. Sé que lo que hice está muy mal. Además se ha creado un vacío terrible y no puedo llenarlo. No quiero ir a la cárcel. Quiero estar contigo y aunque me quite la vida debe ser en el mismo sitio que yo", escribe en una hoja.

El acusado de asesinato pidió "folios para escribir" en un hotel de la calle Santa Clara donde se alojó del viernes al domingo -cuando ya había matado a su compañera sentimental- y sin que nadie apreciara nada raro en su comportamiento.

Según su declaración ante el Juzgado y a la que ha tenido acceso LA NUEVA ESPAÑA, María Isabel le dijo que prefería morirse antes que pasar penurias económicas: "En 2013 ella le dijo una vez, y después en 2014 varias veces, que si tuvieran un problema económico de gran magnitud no podría soportarlo, que querría morirse".

Portillo afirmó además que "suele fabular historias, trabajos y situaciones paralelas a la vida real" para justificar las mentiras que le contaba a su novia, que creía que tenía saneadas sus cuentas bancarias y desconocía que no tenía trabajo.

Los comerciantes de General Zuvillaga apenas conocían a la pareja. La mayor parte de la gente comenta que "sólo coincidía con ellos de vez en cuando" o sale al paso diciendo que "sólo le suenan de vista". Ni siquiera en los bares de la calle sueltan prenda y al ser preguntados zanjan la conversación con un "Sí. Vivían allí enfrente". Nada más. El resto, es decir, los vecinos del inmueble, hablan de dos personas "completamente normales". Según fuentes del Tribunal Superior de Justicia de Asturias (TSJA), no existen denuncias previas por episodios de malos tratos.

María Isabel Márquez Uría estaba jubilada y había trabajado en el psiquiátrico de Oviedo, en La Cadellada. Según fuentes allegadas, padecía problemas nerviosos que aceleraron su retirada laboral y que le impedían salir de casa con asiduidad en los últimos tiempos.

Con su muerte son seis los muertos por violencia machista en varias ciudades españolas desde el domingo. En lo que respecta a Asturias, se trata de la tercera víctima por violencia de género en lo que va de año, tras el fallecimiento de la hostelera gijonesa Sonia Meléndez, y la praviana Felicidad Rosa Plácido.