Quería subir el Makalu, pero no encontró quién la acompañase. Como alternativa, eligió el Manaslu. Y fue allí donde verificó que la caída que había sufrido tiempo atrás en el glaciar del Khumbú, en la que se rompió dos vértebras y una rodilla, suponía una dificultad añadida, pero no un obstáculo insuperable para continuar su carrera. La montañera ovetense Eva Zarzuelo expuso ayer en el Auditorio Príncipe Felipe, en el marco de la XII Semana de Montañismo "Ciudad de Oviedo", su expedición a la octava cumbre más alta del mundo, ubicada en Nepal.

Con cuatro vértebras fijas y una pierna con la movilidad limitada, Zarzuelo acometió los 8.156 metros de altura del que podía convertirse en el sexto ochomil de su currículum. Era el año 2012. "Había tardado dos años y medio en decidirme. No sabía si estaría ya preparada o sería simplemente las ganas que tenía", relata. De ahí el título de su conferencia, "Ilusión o realidad".

Afortunadamente, no era una simple ilusión. Pero Eva Zarzuelo es poco dada a los romanticismos cuando habla de la montaña, como queda de relieve en este breve diálogo con LA NUEVA ESPAÑA, momentos antes de iniciar su intervención de ayer.

-¿Se sintió especialmente bien cuando coronó el Manaslu?

-No, no me sentí especialmente bien. Quedaba yo sola en la montaña, porque salí tarde del campo cuatro, y estaba en unas condiciones físicas poco idóneas. Llegué la última a la cumbre. Sólo pensaba en volver a bajar.

-Se supone que, ante todo, le interesaba hacer cumbre.

-No, la cumbre es una parte de la montaña, pero antes está todo el trabajo que tienes que hacer: montar campos, aclimatarte, llegar hasta allí... La cumbre no siempre es lo más importante, pero no cabe duda de que es importante.

-¿Un séptimo ochomil?

-Sé que quiero ir el año que viene. Todavía no sé a cuál. Tengo que ver si encuentro gente. He asumido que las secuelas van a acompañarme de por vida.