Hablar de Kely Méndez Riestra (Oviedo, 1960-2013) es hablar de arte, de una vida creada y vivida en torno a la plástica. "Una de las artistas más importantes de la segunda mitad del siglo XX", dijo ayer Rubén Suárez, comisario de la exposición "Una vida pintada", dedicada íntegramente a la artista y que estuvo expuesta desde junio a agosto de 2015 en la galería Gema Llamazares de Gijón. Una selección de lo mejor de su obra que ayer se convirtió en inmortal gracias a su traslado al papel. Un libro-catálogo editado por Llamazares que recoge las fotografías de todas las obras expuestas en esa muestra única, acompañadas de textos de sus familiares y amigos.

"El libro queda, permanece, la exposición se acaba y se olvida. Aquí están recogidas casi todas las etapas de Kely, es una forma perfecta de entender su arte y acercarse a lo que era ella", añadió Suárez, crítico de arte de LA NUEVA ESPAÑA, en el emotivo acto de presentación que se celebró ayer, en la sala de conferencias del Museo de Bellas Artes. Lo hizo acompañado del director de la Feria de Arte de Oviedo, Iván Dasto, una de las citas más especiales para Kely y en la que recibió la Medalla a la mejor obra de la edición 2012; un reconocimiento que recogió un año después, semanas antes de morir, a los 53 años, a consecuencia de un cáncer. Una pérdida de la que su familia, presente en el acto, y el mundo del arte no ha conseguido reponerse. Así lo demostraron las constantes muestras de cariño hacia ella, la emoción contenida en los ojos de su viudo, Joaquín Junquera; su hermano, el escritor Eduardo Méndez Riestra; y su hija, Cristina Junquera. "Pintó desde niña, pero de forma amateur. Cuando nos conocimos, la acompañaba a pintar paisajes porque quería conocer el color y la luz. Empezó a trabajar en el Ayuntamiento de Oviedo y así se pudo permitir coger un pequeño estudio. Hasta que se sintió agobiada y dijo: necesito disfrutar del arte porque es mi pasión. Y pidió una excedencia", contó su viudo. Eran los primeros pasos de la que sería una de las artistas más internacionales de la región. Presente en las ferias más importantes del mundo, un nuevo valor promovido por la prestigiosa galería Marlborough, y un reclamo para galerías de París, Alemania y Austria, entre otras.

"Ella misma no se creía lo que le pasaba. De ahí que firmara los cuadros siempre por detrás, para no condicionar nada al espectador y que el cuadro tuviese todo el protagonismo", afirmó Junquera. Unas obras en las que Kely invitaba a entrar gracias a sus juegos, sus puntos de vacío y sus capas. "Incluso ahora, he encontrado cuadros dentro de otros cuadros. Tengo muchas obras inéditas que ella desechó y que algún día me gustaría exponer", añadió. Lo dice ahora que ha conseguido volver a consumir arte, volver a disfrutarlo, porque para él y su hija, el arte es Kely. "Yo entré en este mundo por ella. Viajaba con ella, íbamos a ferias, me preguntaba opiniones, fue la que formó el poco ojo crítico que puedo tener ahora, la que me ayudó a saber qué me gusta y qué no". Por eso, él y todos los que conocieron a Kely creen que este libro es la mejor herramienta para que su estilo único, en constante evolución, que estuvo en lo más alto durante los 15 años que duró su carrera profesional, sobreviva al paso del tiempo. Porque Kely todavía tiene mucho que contar.