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El religioso de la Mobylette

Inocencio Martín Vicente, "Chencho", jesuita que cumple 50 años en la Compañía, recibe un cálido homenaje en el colegio San Ignacio de Oviedo

El padre Inocencio Martín Vicente, "Chencho", en el homenaje que la Compañía de Jesús le rindió ayer en colegio San Ignacio. MARÍA GÓMEZ

A mediados de los años setenta del pasado siglo un cura circulaba en una pequeña Mobylette por la calle de Ventura Álvarez Sala. Alguna pequeña irregularidad provoca que reciba el alto de un policía municipal, el cual le reclama los papeles. Entre los documentos que lleva encima el sacerdote jesuita tiene la nómina de cura recién percibida y, bien por los nervios de uno, bien por la impaciencia del otro, la cuantía de aquel sueldo acaba ante los ojos del agente: "Pero, ¿de verdad usted gana esto?". "Pues sí". "Siga, por favor, circule". El magro sueldo de una cura había conseguido doblegar las medidas punitivas de la municipalidad y el jesuita sigue su camino hacia o desde el Natahoyo (Gijón).

Inocencio Martín Vicente, "Chencho", que entre 1970 y 1978 fue párroco de San Esteban del Mar y profesor de la Fundación Revillagigedo (el Gedo), acaba de cumplir 50 años en la Compañía de Jesús y aquel episodio de la moto contiene aspectos que le definen: castellano sin doblez, vida frugal y un ir y venir atendiendo personas y resolviendo problemas. Su único capital es el de la espiritualidad de San Ignacio de Loyola y sus Ejercicio Espirituales, probablemente el mejor invento de la Iglesia católica -al menos el más utilizado-, para autoexaminar la conciencia y trazar los grandes objetivos de la vida. Martín Vicente ingresó en la Compañía de Jesús el 12 de noviembre de 1965, y lo hizo en el noviciado de Villagarcía de Campos, provincia da Valladolid, una especie de fortaleza en medio de la Tierra de Campos. Pero "Chencho" procedía ya de otra fortaleza. Había nacido en La Encina, partido judicial de Ciudad Rodrigo, Salamanca, el 17 de septiembre de 1943. Era hijo de labradores y una hermana y un hermano completaban la familia. Desde niño había querido ser sacerdote y con esa intención se fue al Seminario de Ciudad Rodrigo, una mezcla de pequeña ciudad y gran pueblo amurallado. En dicho centro de formación pasó diez años, de 1955 a 1965, y estudió Humanidades, Filosofía y dos años de Teología. Pero en ese punto algo le pedía más y se fijó en los Jesuitas.

De Villagarcía a Quebec

Así, pasó dos años en Villagarcía, uno en la Universidad Pontificia de Salamanca y otro en la Universidad de Comillas de Madrid, con lo que finaliza la formación y recibió la ordenación sacerdotal en Salamanca, en junio de 1970. Por el medio había sido maestrillo -profesor en prácticas- durante un curso en el Colegio de la Inmaculada. Sus años en el Natahoyo y en el Gedo fueron ricos y variados. Un equipo de jóvenes jesuitas habían coincidido en aquel lugar y los años setenta eran los del nuevo mensaje de la Compañía de Jesús: su misión era el servicio a la fe y la promoción de la justicia. Pero después de casi una década de trabajo, a Chencho, como a todos los jesuitas le faltaba el período final de formación, la llamada Tercera Probación (tercera prueba). La realizó en Quebec, Canadá, el curso 78-79.

Después, pasó un tiempo en Roma, ahondando en la misma materia. Por fin, en agosto de 1980 se produjo su incorporación definitiva a la Compañía, mediante la profesión de los últimos votos. A partir de ahí comienzan sus misiones: León, de 1980 a 1982, dirigiendo el centro de San Cayetano, y siendo a la vez delegado provincial de pastoral; Salamanca, de 1982 a 2001, como rector del Juniorado, la etapa en la que los jesuitas estudian Filosofía y carreras civiles; y Madrid, de 2001 a 2007, esta vez como rector de estudiantes de Teología.

Pasa después a Burgos, de 2007 a 2013, donde será superior de la comunidad del Colegio de La Merced y San Francisco Javier, además de director del Centro de Pastoral y presidente de "Atalaya Intercultural". Asturias ha sido su último destino, desde 2013, como superior de la residencia de jesuitas de Oviedo (calle Doctor Casal), y con funciones que parecen un mensaje cifrado: "coordinador CAL-PAL y asistente de CVX". Precisamente ayer, Chencho recibió un sentido homenaje en el colegio San Ignacio de Oviedo.

CAL (Consejo Apostólico Local) y PAL (Plataforma Apostólica Local) son conceptos nacidos para una nueva etapa de la Compañía en España que arrancó en 2014 con la unificación de las cinco provincias, o distritos, en los que previamente se dividía. A la vez, los CAL y los PAL se implantaban como nuevo sistema de funcionamiento, agrupando a jesuitas y seglares que trabajan en los diversos centros y obras de la Compañía.

Admirador del Papa

Inocencio Martín le ruega a Dios mediante los Ejercicios Espirituales, pero también golpea con el mazo de la organización, pues posee cierta capacidad estratégica. También es hombre paciente (suele decir que "solo dios puede cambiar los corazones, y si no lo hace es porque no quiere"), faceta necesaria para incitar a la colaboración en un panorama general de individualismo y en una orden religiosa que tiene la tradición de un mayor individualismo todavía.

Admirador del Papa Francisco por su uso del discernimiento (otro invento de San Ignacio de Loyola bastante útil), un rasgo que indica la proximidad de Inocencio Martín Vicente (proximidad física, pero también emocional), es su singular carcajada explosiva.

Otro de sus lemas suele ser "en caso de duda, con el más débil", y tal debió de ser la reacción de aquel policía municipal que detuvo su Mobylette a mediados de los setenta.

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