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Con nombre propio | Iván Dastoviza | Director de Feriarte

El hombre de los mil comienzos

Su fuerza y su empeño le han servido para caerse y levantarse tantas veces que ha perdido la cuenta porque no entiende de fracasos

El hombre de los mil comienzos

Siempre viste de negro, o en su defecto de gris. Puede parecer una personalidad atormentada, que se adapta más a la noche que al día y que duerme poco destripando los "Caprichos" de Goya mientras lee a Maccarthy o se regodea en el submundo de Bukowski. Cierto que este bilbaíno que encontró su norte en Oviedo lo ha pasado mal, pero es tan cierto como que cada vez que ha sufrido un revés ha logrado levantarse y seguir su camino. Sonríe mucho pero es una risa amarga. No quiere decir que sea una persona triste ni que se pase el día agobiado, es simplemente la forma de estar de Iván Dastoviza, el responsable de que este fin de semana Oviedo fuese la capital asturiana del arte.

Desde hace cinco años organiza Feriarte, un punto de encuentro de artistas, galeristas, coleccionistas y público que ha logrado mantener el equilibrio en un mundo cainita como es el del artisteo y el mercantilismo. Iván lo logra con su locuacidad y con una capacidad de trabajo que se resume en una anécdota en la propia feria. El hombre barría el interior de la plaza de Trascorrales, escenario de la muestra, y un responsable del Ayuntamiento de Oviedo le preguntó que cómo estaba barriendo si él era el director de la feria. Quedaba una hora para la inauguración y el suelo estaba repleto de restos del montaje así que ya que nadie cogía una escoba lo hizo él. ¿Por qué no habría de hacerlo? Es de esas personas que no dudan en ponerse los guantes de fregar para que luzca el trabajo de otros, en realidad esa es la labor de un galerista, eso es lo que hay detrás de una bonita exposición, horas de sucio trabajo. Le viene de familia. Su bisabuelo fue durante 40 años director del Museo de Bellas Artes de Bilbao, pero el contacto más directo, de primera mano, llegó en Madrid. Dastoviza estudiaba Farmacia y en la facultad conoció a Alicia Bango. Ella pintaba y exponía. El sólo pintaba, y lo sigue haciendo con mucha solvencia. Así que el joven acompañaba a su chica a las exposiciones y se preocupaba por todos los detalles, como ha hecho siempre, desde poner un clavo hasta enviar las invitaciones a las autoridades. De Madrid a Oviedo.

Dastoviza, Iván Dasto, para todo aquel que tenga algo que ver con la pintura, disfruta con el color, con la música, con el arte, con la alegría, pero disfruta más viendo a otra persona ser feliz contemplando una obra. Un galerista sin galería. Dasto, el espacio expositivo, ha abierto y cerrado tantas veces y en tantos lugares de Oviedo que es difícil seguirle el rastro. La primera galería Dasto estaba en la parte baja de la calle Cervantes. Allí estaban a finales de los noventa Iván y su entonces esposa Alicia Bango, una pareja imprescindible en el arte asturiano que apadrinaron a multitud de creadores. Era 1997. Dos años después la apuesta fue fuerte y Dasto se trasladó a una vieja carpintería en La Tenderina Alta. Una galería más grande y con un sabor especial. En las paredes aún se mantenían las anotaciones del carpintero. Las cuentas, en pesetas, escritas con lápiz rojo convivían con cuadros y esculturas en una suerte de homenaje a la artesanía de la madera y al trabajo duro y manual.

El siguiente paso fue la calle San Vicente, frente al monasterio de Las Pelayas. Una nueva apuesta. Iván Dasto es el hombre de las apuestas, el hombre convencido de que el final de un proyecto, sea por la causa que sea, no es más que el inicio de una nueva y prospera andadura, sin arrepentimiento, con fuerza renovada. La misma ilusión que cuando se trasladó a un piso en la calle San Bernabé, o la misma con la que cerró y con la que piensa volver a abrir.

Un hombre que apuesta aunque se lo juegue todo y sepa que lo puede perder porque siempre gana, aunque no sea dinero. Nunca ha montado una exposición calculando los réditos económicos y se podría decir que así le ha ido en muchas ocasiones, pero le da igual no ganar dinero o incluso perderlo porque cuando le ha ocurrido ha sido por estar convencido de que una exposición o un proyecto merecía la pena, que aquel artista o aquella obra debía tener una oportunidad.

La manida frase de trabajar por amor al arte se ha hecho realidad en muchas ocasiones en la trayectoria de Iván Dasto, nunca ha mirado por el dinero. Estudió Administración de Fincas en la UNED para lograr una cierta estabilidad económica que le permitiese seguir montando exposiciones. Era, y sigue siendo su forma de ganarse la vida porque puede ser un tipo que arriesga y que no calcula cuánto va a ganar con una exposición pero no es un descerebrado que viva a salto de mata.

Ahora vive en León, donde cuida de su padre enfermo, y viaja a Oviedo un par de días a la semana. Aquí mantiene su centro de operaciones. Tiene dos hijos, Joaquín de 23 años, que nació de su matrimonio con Alicia Bango, y Martina, su pequeña muñeca de tres años y medio con la que disfruta con su esposa actual.

Ayer domingo se clausuró la quinta feria de arte de Oviedo, con miles de visitantes y que ya se ha consolidado como una de las citas más importantes del otoño artístico asturiano. Iván ya piensa en las mejoras para la próxima edición.

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