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Con vistas al Naranco

El inquietante adviento

"Ellos son de la loma y cantan en el llano, ya verás..." Vieja trova cubana.

El fugaz pasado veranillo de San Martín, "entre dos luces", una grey de gorriones sobrevoló cada día el Campo San Francisco.

Saliendo por detrás de mi casa "santacrucera" se dirigían, tal camino trazado antes, al Noroeste. Iban hacia la legendaria Loma del Canto, donde se dieron cita bélica el padre de Artemio Cruz, el de José Luis García Rúa, Celso Emilio Ferreiro, Arconada, Jesús Ibáñez / Toño de Santoña, J.E. Casariego, Kolstov y tantos personajes de ficción y realidad. El topónimo es más histórico que actual y apenas lo entreveo antes de la caída definitiva de la hoja. Dotada del don de la armonía y de la disciplina castrense, deleita la pajarera manada con requiebros y hasta con momentánea parada en los árboles amarillentos.

Santiago Rodríguez Vega, que fue buen alcalde de Avilés, se quejaba de que en Valliniello, su solar natal, habían desaparecido los pájaros, con la misma fuerza de ensueño sentimental que Manolo Ponga, su carismático predecesor, reclamaba el retorno de los panchos para una ría utópica y malherida. Desde luego, los pájaros franciscos están vivos y ágiles, pese al riesgo de deforestación del Campo. Me gustaría, sin embargo, saber si deberían proliferar otras escuadrillas, escoltando el perfil del aire, que, por su propia calle, titulaba Cernuda, y aún una pregunta, a la pegadiza manera de los poetas de la trova cubano santiaguera, ¿de qué lugar venían, quizá escapasen, cuando, en perfecta formación militar, me sobrepasaban con recóndita puntualidad vespertina?

Decía que fue en el veranillo de San Martín, pero se me olvidaba que en América del Norte le llaman verano indio.

Los pieles rojas, de plumaje, tintadas aceites faciales y flechas multicolores, estival torso desnudo u otoñales vestimentas de cuero desflecado, que estos días se conmemoran en el madrileño Museo Thyssen sin duda sabrían intuir el exacto Sur del que partieron, en singular carrera, mis pájaros. Lamentablemente los indios están hieráticos, convertidos en objeto romántico de arte, víctimas de un genocidio impune, antes de legarnos sus naturistas saberes, como los héroes que Gerardo Iglesias ha rescatado del tiempo en La amnesia de loscómplices. Murieron asesinados y torturados con su secreto de pura humanidad y su vindicación de justicia reparadora.

Lacera la memoria generacional durante las cuatro estaciones, sus veranillos, advientos, o demás subestaciones.

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