Sandra Estrada es una de las monitoras del programa de formación artística con el que la Fundación Vinjoy se propone contribuir a la normalización de la discapacidad mental a través del arte. Desde hace ya un año, da clases de pintura a jóvenes con enfermedades mentales que encuentran en el arte una forma de expresión y un desahogo. En lo que concierne a la creatividad son alumnos aventajados. Además, Estrada forma entre ellos a monitores que dan clases por los centros sociales de Oviedo y comparten con la sociedad su talento con la pintura.

Sandra Estrada, al igual que su compañera Judith Tascón, asegura que ha aprendido mucho de estos alumnos, de su desinhibición y su valentía a la hora de crear y experimentar con técnicas y temáticas. Al final el programa funciona como un espacio de intercambio, en el que todos aportan. Así lo ve también Adolfo Rivas, el director de la Fundación Vinjoy: "Ellos ponen al servicio de la sociedad aquello en lo que son buenos, incluso mejores que el resto".

No lo tienen fácil. "La sociedad no está preparada para integrarnos, por el desconocimiento que tiene de estos temas", afirma una de las alumnas de la escuela de actividades artísticas; otro compañero añade que "aquí nos apoyan, nos comprenden y nos tratan como a personas dignas". "El arte les benéfica a ellos pero no solo eso: ellos comparten su arte con la comunidad", les reconoce Sandra Estrada.

La enfermedad no es el único obstáculo en las vidas de estos jóvenes; el temor y los prejuicios les salen al paso a diario. El programa puesto en marcha por la Fundación Vinjoy para "empoderar" a estos enfermos, tal y como lo expresa Adolfo Rivas, cuenta con un taller, "Origen", en el que 16 alumnos aprenden a utilizar el arte como lenguaje, como método terapéutico de relajación, concentración y en el que además adquieren habilidades en dibujo y técnicas pictóricas. "No nos interesa tanto el resultado como el proceso", explica Estrada, que para incentivar la creatividad de sus discípulos recurre a estrategias como la del efecto dominó, en la que las ideas se van encadenando, dejando paso una a otra hasta dar con la definitiva.

En la escuela de actividades artísticas los alumnos son preparados para dar clase, aprenden técnicas artísticas y competencias docentes. Ya han visitado los centros sociales de La Tenderina, de Colloto, de Tudela Veguín y algunos otros impartiendo un taller, "La creatividad y la forma", que consta de siete sesiones. "Los viernes nos vienen a ver colegios", sigue contando Sandra Estrada y los niños participan en un taller sobre Van Gogh.

Es la primera vez que Estrada trabaja con personas discapacitadas. Reconoce que hace un año ni siquiera conocía la Fundación Vinjoy, cuyas instalaciones se extienden por la ladera del Naranco. En estos últimos meses ha hecho algunos descubrimientos, como por ejemplo que "el arte une" y que sus discípulos tienen un talento especial para "ir a la esencia de las cosas". "Yo nunca había trabajado con personas discapacitadas", comenta, y le está resultando de lo más gratificante.

Las obras salidas de los talleres de la Fundación Vinjoy, lienzos de gran formato, dibujos y bocetos, formarán parte de una exposición a la que la institución aún está buscando emplazamiento.

Adolfo Rivas, que lleva toda una vida vinculado a la Fundación Vinjoy, afirma que el programa de normalización social de la discapacidad a través del arte es para ellos "una acción estratégica". "Esta es una apuesta por la dignidad de las personas", puntualiza. El efecto es doble, explica. Por un lado mejora la autoestima de los enfermos y por otro cambia la visión que la sociedad tiene de ellos. "A lo niños que vienen a los talleres les cambia la percepción de la enfermedad mental para siempre", asegura Rivas.

Susana Cotiello, una de las monitoras formadas por la Fundación, se declara "sorprendida" por la rapidez con la que sus alumnos de los centros sociales aprendían y avanzaban en el conocimiento artístico. "Yo los animó a que experimenten", dice.