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Visita a uno de los tesoros subterráneos de Asturias

Un bisonte sin cabeza en la guarida de los murciélagos

El espeleólogo Jesús Alonso recorre con LA NUEVA ESPAÑA una de las cuevas con arte rupestre menos conocidas de la región, situada en Fresnedo (Ribera de Arriba)

Un bisonte sin cabeza en la guarida de los murciélagos

Muy pocos saben de su existencia, menos se han atrevido a recorrerla y casi nadie la ha estudiado. La cueva de Los Murciélagos, en Ribera de Arriba, es uno de esos tesoros subterráneos con arte rupestre que los espeleólogos miman. La caverna conserva en una de sus bocas el grabado de un bisonte prehistórico, que recibió en abril de 2009 la declaración de Bien de Interés Cultural. José Fernández de Córdoba, arqueólogo de la consejería de Cultura, asegura que "por el simple hecho de tener una figura, la cueva ya es interesante". Más aún si se tiene en cuenta que de las cuarenta cavidades con arte rupestre en Asturias, treinta contienen manifestaciones de mínima expresión.

La de Los Murciélagos es, en palabras del espeleólogo Jesús Alonso, una cueva "bonita, agradable y de fácil recorrido". Fue descubierta en 1972 por el grupo espeleológico Polifemo de Oviedo. Tiene una longitud de setenta metros y un desnivel de veintisiete. Se localiza en el área suroccidental del acantilado calizo de la Peña Arnea y a ella se accede desde el pueblo de Fresnedo, tras cruzar una hermosa finca ("La Boquera"), en la que pastan las ovejas. A partir de aquí, la excursión se vuelve compleja y hasta peligrosa. El camino es estrecho, cuesta abajo. El descenso dura unos cinco minutos hasta la boca de entrada a la caverna. "Aquí es. Ahora mismo estamos en el límite entre Oviedo y Soto de Arriba", explica Jesús Alonso, que va perfectamente equipado con mono, casco y lámpara.

La entrada es espaciosa, pero poco a poco se va estrechando. Para llegar a la galería principal hay que trepar y colarse por un agujero. Una persona de complexión normal pasa muy justa. Ahí mismo está la galería principal. La oscuridad impide ver toda su magnitud. Hace frío y algún que otro murciélago chilla. Por el sonido que emiten parece que la cavidad es bastante alta. El suelo está cubierto por un polvillo que se deshace en la mano y que Jesús Alonso asegura que es arcilla. "El tipo de roca es caliza carbonífera. Si se analiza bien, en la cueva es fácil encontrar restos fósiles marinos. Hay coladas y la forma de los cantos evidencian que por aquí en el pasado pasó agua a toda velocidad".

-¿No es posible que en la cueva haya más grabados?

-Puede que sí, pero documentada sólo está una figura. Esta cavidad está poco estudiada. Pero como hay tantas en la región, los arqueólogos van a las más importantes. Dese cuenta que todavía se sigue analizando Tito Bustillo. El material que tenemos es tremendo y no damos abasto. Encima, esta cueva tiene un acceso complejo y no todos los arqueólogos están dispuestos a entrar en ella.

-Y usted, ¿sí?

-Los espeleólogos entramos en cualquier agujero. Yo llevo muchos años explorando y todos los días me encuentro con algo sorprendente: las pisadas de un hombre prehistórico, un río subterráneo que no te esperabas o una sala subterránea inmensa.

-¿Sabe decirme cuántas cavernas hay en Asturias?

-La Federación regional de espeleología lleva años intentando hacer un censo. Es difícil, cada día encontramos algo nuevo. Y gracias a ello están viniendo equipos de todo el mundo. Hay muchísimos ingleses, polacos, rusos... A nivel deportivo, Asturias es un paraíso, comparable al Himalaya. Tenemos la mayor densidad de simas del mundo. Sobre todo en los Picos, donde se pueden encontrar cuevas con una profundidad superior a los mil metros. Eso es una pasada.

-Hace poco, investigadores de la Universidad de Oviedo desvelaron el origen de una cueva en los Picos de Europa de 350.000 años, y lo que más llamaba la atención eran sus enormes glaciares.

-Sí, las cuevas tienden a mantener la temperatura media de la zona. Por eso son tan agradables, sobre todo en el verano. En los Picos, la temperatura exterior puede ser de cero grados o menos y la saturación de humedad es del cien por cien. Eso explica que se forme hielo. Es un fenómeno muy común en esa zona y por tanto, fácil de encontrar.

Jesús Alonso tiene 54 años, es madrileño, pero vive en Asturias desde 1989. Hace proyectos para todo tipo de empresas y también trabaja con frecuencia para la consejería de Cultura.

Tras un breve reposo, Alonso continúa la excursión por la cueva de Los Murciélagos. De la galería principal parte un pronunciado descenso, que obliga al visitante a arrastrarse. Durante el recorrido, el espeleólogo cuenta que debido a su profesión cogió fobia a las arañas. "Fue hace años, pero no lo olvidaré nunca. Iba tan feliz por una cueva y de repente puse la mano encima de una araña enorme. A partir de ahí, no puedo verlas", relata. La anécdota venía al caso, porque en los conductos subterráneos es bastante frecuente encontrárselas. De hecho, en la caverna de Los Murciélagos, además de los mamíferos que le dan nombre, también corretea algún arácnido.

El final de la cueva se acerca. Ya se ve algo de luz a lo lejos. "A la izquierda, tenemos la segunda boca, y a la derecha, hay una pequeña galería secundaria", detalla Alonso. Vamos hacia la boca, donde está el famoso bisonte. Después habrá que dar media vuelta, ya que por allí no hay salida. Hay un desnivel de unos quince metros hasta la embocadura del túnel del tren Oviedo-El Entrego. "La verdad es que tiene su encanto estar aquí, todo es naturaleza, verde...", dice Alonso, al borde del precipicio. La altura impresiona bastante y pensar que la aventura todavía no ha acabado, ahoga. Pero allí está un bisonte prehistórico. Alonso lo recorre con sus dedos. "Esto son las dos patas, la panza, la cola... No tiene cabeza", precisa. Efectivamente, no tiene cabeza. El arqueólogo José Fernández de Córdoba señala que la figura, dibujada en posición descendente, fue descubierta el 23 de abril de 1978 por los miembros del grupo Polifemo, Juan de Paz, Miguel Ángel Pérez y J. Manuel Quintanal. Junto al grabado, que presenta buena conservación, hallan una aguja de hueso que fue depositada en el Museo Arqueológico Provincial.

Ya está visto, ahora empieza la vuelta hacia Fresnedo.

-Jesús, de todas las cuevas que exploró, ¿cuál fue la que más le impresionó?

-Un sistema de cuevas en Posada de Llanes. Lo descubrí durante los obras para construir la autovía del Cantábrico. Tiene una distancia de cinco kilómetros y ríos subterráneos. Es precioso, espectacular. Además, tiene grabados de un mamut, una pantera, un león.... Fue una exploración muy entretenida, con pasos muy estrechos. Me lo pasé genial".

Estamos llegando a la boca de entrada, ahora toca pasar otra vez por el agujero más estrecho de la cueva. Con cuidado de no caerse, uno se tira de golpe. El sol impresiona y molesta, después de haber estado más de una hora en la oscuridad. Hay que trepar por el campo para volver a la finca de las ovejas, la de "La Boquera". En el trayecto hay varias bolsas con huesos de animales. Es repugnante. "Desgraciadamente me he encontrado con cosas peores. En el acceso a esta cueva siempre hay animales muertos y a veces hay un tufo tremendo. La gente no tiene respeto por nada. Pero ya he tenido otras experiencias, como encontrarme un perro abandonado en el agujero de una caverna o a una camada de cachorros llorando". Sus palabras ponen los pelos de punta. Ya en lo alto, nos reciben dos perros pastores, casi idénticos e igual de mimosos. La excursión acaba aquí. Al menos por ahora, porque el entorno de Bueño también tiene otra cueva: la de Entrecuevas.

No obstante, Jesús Alonso avisa que su acceso es bastante "desagradable". Para llegar a su interior, hay que arrastrarse por una tubería de 140 metros de largo y 70 centímetros de alto, bajo un chorro continuo de agua. "La mayoría de gente que he llevado han tenido que dar media vuelta. Si eres un poco claustrofóbico lo pasas mal. Yo ya estoy curado de espanto, pero sí que alguna vez he pensado en qué pasaría si en ese momento llega una racha fuerte de agua y me tira. No sé, son historias que piensas cuando te dedicas a esta profesión", comenta.

En el fondo de la caverna, en la galería principal hay una pintura rupestre. Se tratan de unos grabados rectangulares y de color rojo, descubiertos en febrero de 1977 por el grupo Polifemo. Esto le convierte en el único caso hasta ahora conocido en la cuenca del Nalón de figuraciones situadas en lo más profundo de una cavidad y hechas sin ningún tipo de iluminación. "No sabemos lo que es. A lo mejor es un tipo de escritura, una forma de comunicarse hace millones de años. Pero repito que no tenemos ni idea. No vive nadie de esa época que nos lo pueda explicar", concluye con tono burlón el arqueólogo José Fernández de Córdoba.

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