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Las mozas ya no van a la fuente

Tres mujeres de Santullano se reencuentran en el cincuentenario de la traída de agua para rememorar los tiempos de idas y venidas al caño con calderos sobre la cabeza

Una foto con 58 años de historia. Evalina Álvarez, "Vala"; Juanita Suárez, y Covadonga Álvarez, "La Nena", regresaban con cubos a casa de ir a buscar agua a la fuente en Santullano. Era el otoño de 1957, pero ya hacía falta calzar madreñas. No era su recorrido habitual, pero la "caleyona" estaba llena de barro. Las mujeres posan arriba para LA NUEVA ESPAÑA en la misma posición que hace 58 años y en el mismo lugar.

En los pueblos, el paso del tiempo se mide a menudo en función de los acontecimientos que marcaron su devenir. Por ejemplo, en la historia más reciente de Santullano de Las Regueras figuran tres momentos: cuando vino la guerra, cuando vino el agua y cuando vino la luz. Por este orden. Este año se cumplen cincuenta del segundo de ellos, la llegada del líquido elemento a las casas de la capital del concejo. Desde entonces, las mozas de Santullano ya no van por agua a la fuente.

Evalina Álvarez "Vala", Covadonga Álvarez "La Nena" y Juanita Suárez, son las protagonistas de una fotografía -se desconoce con exactitud el autor- realizada en 1957, cuando regresaban a su casa cargadas con cubos desde la fuente de La Riba. Es una de las imágenes más representativas que se conserva en la actualidad para ilustrar una de las rutinas de la época en el concejo. LA NUEVA ESPAÑA ha logrado reunir a las tres mujeres, oriundas de Santullano, para repetir la imagen en el mismo lugar que hace la friolera de 58 años. "¡Cómo iban a venir los hombres a la fuente!", la pregunta casi ofende y responden al unísono. "Siempre íbamos nosotras, y algún día hasta tres veces", apostillan.

Juanita Suárez tiene 78 años y vive en Gijón. Se reconoce en la foto y ubica perfectamente el año por la ropa. "La bata hícela yo cuando murió mi madre", cuenta. "Nos volvían locas con el luto, cuatro trapos que teníamos y nos los teñían de negro. Dos años estuve yo así cuando murió mi padre, a los 47... No había quien mirara para mí", apunta "Vala", la mayor de las tres vecinas, con 84 cumplidos. "Hay gente que quieres más que la familia", asume "La Nena", que tiene ahora 82 años, en alusión a sus dos compañeras. Las dos mayores viven en Santullano de forma ininterrumpida desde que acabó la Guerra Civil, que hizo del concejo un cruento campo de batalla hasta la entrada en Oviedo de las columnas gallegas. "Tuvimos que ir de refugiadas a otros concejos y cuando volvimos solo quedaban las paredes de la casa", rememora Covadonga Álvarez. "En la mía ni las paredes", lamenta "Vala". Las dos mujeres salen a menudo juntas a pasear pero hacía años que no bajaban a la fuente, y menos con Juanita. Allí todavía se conserva un lavadero, donde "cada ocho días" iban a lavar la ropa. Encuentran el lugar cambiado, sin vida.

"En aquellos años esto era un estrés, había colas y más que palabras", cuenta Juanita Suárez. Y es que para lavar la ropa no solo se establecía un orden de llegada, sino que dependiendo del tipo de ropa -blanca, de color o de faena- las lavanderas se distribuían en función de la distancia al caño. "Todas querían ponerse cerca del güeyu y había alguna repipi que no salía de ahí... bueno, más de una", relata "Vala" sobre la disputa. "Además el agua era mala, cortábase el jabón", puntualiza "La Nena". Recuerdan perfectamente el ritual tantas veces ejecutado -"la ropa blanca la lavabas, la ponías al verde y la aclarabas", cuenta Juanita- y alguna confiesa que si tuviera un lavadero cerca de casa lavaría allí determinadas telas, como las bayetas.

Aunque había que trabajar y muy poca boroña para repartir entre muchos hermanos (once en el caso de Juanita Suárez) las mujeres echan de menos la vecindad y el bullicio en la capital de Las Regueras. Se pierden hablando de cuando iban a las fiestas y tenían que volver corriendo para llegar de día, porque habían apurado hasta la última pieza. "Ahora todos pasan en coche y pitan...", se quejan las de Santullano. Y a Juanita, que marchó fuera muy joven, le cuesta volver al pueblo precisamente por eso, porque va quedando menos gente a quién saludar.

Para la nostalgia quedan los buenos momentos, como esa foto con los calderos esmaltados sobre la cabeza, que dejó de suceder con la traída. En casa de "Vala" había tanta expectación por el acontecimiento que compraron la lavadora antes de que hubiese suministro: "Llegó con poca presión, pero fue bastante para que pusiéramos la casa pingando". Así recuerdan algunas en Santullano cuando vino el agua.

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