El filósofo asturiano Gustavo Bueno concluyó ayer el ciclo "La querella de las artes y las ciencias", desarrollado a lo largo de cuatro conferencias en sucesivas semanas, con una entrega titulada "La metamorfosis de la distinción platónica entre las artes dividas y humanas" recogida en "El sofista". El salón de actos de la Fundación Gustavo Bueno, donde se impartió el curso, estaba totalmente lleno, como en anteriores ocasiones.

El ponente indicó que la vanguardia, de trazas marxistas, ve a los sofistas como resultado de la victoria de Salamina, que atrae hacia Atenas a charlatanes. Un gremio que se hace auto propaganda como sucedió siglos después con los ilustrados.

Bueno propuso el punto de vista ontológico, consciente de que todo lo que no sea psicologismo o sociologismo se ve como metafísica. Un ontologismo que no es gratuito porque precisamente ése es el punto de vista de Platón.

Como añadió Bueno, Platón comete el parricidio con Parménides, mata la ontología de Parménides que se centra en el ser como opuesto a la nada. Zubiri, Ortega y otros entendieron ese ser como el ser divino así que Dios y la nada, la dialéctica de la teología cristiana, la de Hegel...

Pero para Platón esa ontología es ininteligible y estéril.

Bueno introdujo el término estroma -propio de su materialismo filosófico, de su escuela- que puede traducirse por tapiz, algo con dos caras, frente a la sustancia de Aristóteles y el fenómeno de Kant. Somos estromas y las cosas son estromas. Explicó que estroma es lo que se puede señalar con el dedo. Visible y tangible.

La revolución de Platón consiste, añadió, en clasificar y definir los que hay, los estromas. Un sofista es un artista, sabe hacer algo. Como un pescador de caña. Cuando hablamos no lo hacemos de palabras sino de cosas. Tal es la dialéctica utens. Y a la hora de definir, distingue las artes del sofista de las del pescador. El proceso de subdivisiones, clasificaciones y definiciones es infinito y siempre con sentido práctico no empírico. Así, los cazadores capturan animales salvajes mientras que el sofista caza animales domesticados: los hombres.

Bueno criticó el milagroso paso de la mentalidad prelógica a la lógica. Por eso insistió en la idea de metamorfosis. Y por eso mismo remitió las ideas actuales, religiosas o no, al pasado. Al libro "Yihad", de Averroes, por ejemplo. La yihad está vigente y no es de origen bárbaro ya que Averroes era un aristotélico de primera, comentó. Centró el debate en el entendimiento agente que enlaza con la yihad. Bueno indicó que el cristianismo se distancia de las otras dos religiones del Libro. Jesús es el dogma central. Y está encarnado en María; después de morir se produce la resurrección de la carne y está en la eucaristía. La unión de Dios y el hombre es total. Afirmó que el sofista actual es el político que habla sin decir nada para engañar al público. Y ya sobre Schopenhauer dijo que supone una metamorfosis más: la música es la realidad, es la voluntad, es Dios. En la última metamorfosis, la actual, propia de la física y el principio antrópico, el mundo no existe sin el hombre hace la función de Dios.