Uno de los últimos chigreros clásicos de Oviedo, Francisco Álvarez, propietario del popular bar Chicote, en la plaza del Sol, se jubila después de 43 años en la barra de este establecimiento. A los 19 años llegó a Oviedo desde Cangas del Narcea para abrirse camino en la hostelería. Y lo consiguió.

Dos generaciones de ovetenses pasaron por este establecimiento, por la semana frecuentado por los parroquianos de siempre y durante los fines de semana por la chavalería que deambula noctámbula por el Oviedo antiguo, que acude hambrienta a este bar en busca de sus generosos pinchos. Que Francisco Álvarez se jubile no significa el adiós al Chicote. Su hijo Fran, que ya lleva quince años tras la barra, tomará el relevo al frente del negocio.

Francisco Álvarez se despide hoy de sus clientes y amigos de una forma muy peculiar, ya que pondrá los mismos precios que tenía el 26 de noviembre de 1972, el día que inauguró el bar: un vino, tres pesetas; una cerveza, siete, y un cubalibre, quince.

"Y a los clientes que vengan con pesetas les cobraremos en pesetas", comentó el popular hostelero de Cangas del Narcea, que ayer intentó, sin éxito, conseguir pesetas en el Banco de España para entregar a su clientes. No obstante, un amigo, Ignacio Castelao, llevará una bolsada de "rubias" que guarda en casa para hacer el canje.

Pero el día de hoy por encima de todo será un homenaje a su mujer, Mari Carmen Menéndez, que falleció hace tres años, poco antes de cumplir los 50. "Ella lo fue todo para mí, y lo era todo para el bar, donde trabajamos codo con codo durante treinta y dos años, ella haciendo pinchos y yo en la barra", recordaba ayer emocionado Francisco Álvarez.

El bar Chicote, al poco tiempo de abrir sus puertas se convirtió, de forma espontánea, en una especie de embajada de Cangas del Narcea en Oviedo, tanto para los cangueses que acudían a la capital como para los que ya vivían en ella. El hostelero recuerda como anécdota que el exalcalde de Oviedo Antonio Masip, casado con una canguesa, se enteró en Chicote por la televisión de la expropiación de Rumasa. "Y cuando Javier Solana era ministro de Cultura también lo traía por aquí a tomar algo".

Francisco Álvarez hijo se muestra dispuesto a mantener la elaboración frenética de pinchos los viernes y los sábados por la noche, unos setecientos, "aunque en los buenos tiempos llegábamos a los mil".