La Nueva España

La Nueva España

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Enganchados a la vida

"Una raya es poco y mil nunca son suficientes", asegura Pedro Luengo, miembro del colectivo Cocaína Anónimos de Asturias

Miembros del colectivo Cocaína Anónimos de Asturias y del de la Costa del Sol, en el local de Oviedo. L. MURIAS

Pedro Luengo, un nombre ficticio que escoge él mismo para ocultar su verdadera identidad, lleva diez años sin consumir ningún tipo de droga. "La primera vez que me emborraché fue con ocho años. El alcohol fue la puerta a otras drogas. Luego vinieron los porros, y más tarde las ganas de sustancias más fuertes. Empecé a consumir anfetaminas, tripis y, finalmente, cocaína". Durante décadas, esta sustancia manejó los hilos de su vida. "Los adictos tenemos ese deseo imperioso de consumir sin parar. Una raya para nosotros es poco y mil nunca son suficientes. Es una enfermedad obsesivo-compulsiva".

Hoy, al recordar su historia, no se siente avergonzado ni arrepentido. Gracias al colectivo Cocaína Anónimos de Asturias, que celebró este pasado fin de semana sus cinco años de vida en la región, ha conseguido reconciliarse consigo mismo, con su entorno, entender que tenía una enfermedad y ayudar con su experiencia a otros adictos que quieren salir de las redes de la droga. Hoy, Pedro Luengo está orgulloso. Vuelve a ser libre y puede anunciar que ha dado carpetazo a su adicción.

Mientras cuenta su historia, no para de hacer cosas. Recoge la cafetera, los restos de tarta de queso casera que hay sobre la mesa y los libros que han utilizado durante la jornada de celebración del quinto aniversario. Un acto para el que se han unido los miembros de Gijón y Oviedo y tres integrantes de la delegación de la Costa del Sol, que han viajado a la ciudad para compartir sus experiencias. "Soy de Inglaterra, pero vivo en Málaga. Había tocado fondo con la cocaína, y gracias a estos grupos he conseguido dejarla. Llevo siete años limpio", cuenta en inglés un joven que prefiere mantenerse en el anonimato.

La fraternidad Cocaína Anónimos, como les gusta llamarla, está integrada por adictos recuperados que ayudan con sus experiencias a otras personas enganchadas a luchar contra su adicción. "Estamos presentes en 30 países y nuestro método se basa en los 12 pasos de Alcohólicos Anónimos. La adicción a las drogas es una enfermedad crónica que, si no se detiene a tiempo, acabará matando al que la padece. Pero tiene que ser él, el adicto, el que dé el paso para conseguir salir de ella", explica Luengo. Todos coinciden en que tratar de convencer a un adicto para que acuda a sus reuniones semanales o para busque ayuda es un error. "El punto en el que cada uno dice 'basta' es distinto. En mi caso, asumí la realidad cuando vi que había destrozado todo lo que tenía a mi alrededor. Ahí dejé de consumir", cuenta Alfredo. Lo mismo le ocurrió a Liliana Vélez, la única que pide salir con su nombre real. "Me fumé mi primer porro con 14 años en el baño del colegio con unas amigas. En mi casa no nos faltaba de nada, pero sí había un vacío de afecto, y encontré en el alcohol y en las drogas el sustitutivo. Entré por las malas compañías y estuve casi 30 años consumiendo", afirma.

Pasó por divorcios, relaciones sentimentales insanas, destrucción de sus negocios y la pérdida de contacto con su familia. "Hasta que me cansé de sufrir. Tuve que pedir ayuda y entré en estos grupos. Ahora, llevo 14 años de limpieza. Tú tienes que ser el que dé el paso porque hay salida, millones de personas lo hemos conseguido. Yo soy libre y vuelvo a tener a mi lado a los míos", asegura.

Compartir el artículo

stats