Ricardo Loy Muñiz, (Oviedo, 1935), profesor mercantil y auditor-censor jurado de cuentas, recibió la pasada semana el título de Colegiado de Honor del Colegio Oficial de Titulados Mercantiles y Empresariales del Principado de Asturias en el transcurso de un emotivo acto en el que estuvo acompañado por su familia, compañeros de profesión y ex alumnos, a los que formó en contabilidad desde 1967, cuando empezó a dar clases en la Escuela de Comercio. Loy fue profesor titular de la Escuela de Estudios Empresariales de Oviedo durante 33 años. Ha sido, además, miembro de la comisión redactora del Libro Blanco para la Reforma de la Contabilidad en España. Asegura que su mayor patrimonio es el ser recordado como un buen profesional y una buena persona.

Desde el corazón de Oviedo. "Nací en la calle Mon, en 1935. La casa fue destruida durante la Guerra y nos mudamos a la calle de la Luna, siempre en el Antiguo. Fui al colegio Santo Ángel, en la calle Santa Ana, y después al Liceo Asturiano, en la calle Mon, que dirigía un sacerdote, orientado a la formación mercantil. En 1946 ingresé en la Escuela de Comercio, ubicada en la calle Caveda. El edificio era una ruina. A los tres meses, después de una huelga conjunta con los alumnos de Química nos pasaron al sótano del edificio del actual instituto Alfonso II, en Santa Susana, donde terminé, y donde se mantuvo la sede hasta la inauguración del edificio de Llamaquique. La carrera mercantil se componía de tres etapas y llegué hasta profesor mercantil, que era la segunda. Estudie Comercio porque no hacía falta el bachiller, era una carrera muy seguida por jóvenes de clase media, sin demasiados recursos. Además, ofrecía muchísimas salidas profesionales".

Maestros en las aulas y en la vida. "Tuve excelentes profesores de contabilidad, como Ricardo Pedreira Pérez, mi gran maestro y amigo; José María Fernández Pirla, y Luis Méndez Gayol, en Matemáticas. Cuando fui profesor en Empresariales constaté que el nivel de los alumnos que llegaban con peritaje era mayor que los del resto. Terminé y estuve un año dando clases. Entré en La Marquesina, una empresa de fontanería. Tuve la suerte de colaborar con Ramón Botas Rodríguez, presidente de Dirsa, donde fui gerente. Luego me dediqué al ejercicio libre de la profesión y colaboré con Luis Orejas Canseco, como asesor del Grupo Orejas. Después hice oposición a censor jurado de cuentas que era una actividad paralela a la de asesor. En 1967, Ricardo Pedreira Pérez que era director de la escuela de Comercio, me pidió que me hiciese cargo de la asignatura de Análisis y consolidación y balances, que se daba en el último curso. No me lo pensé. Con un grupo de profesores presidido por Pedreira Pérez, fundamos el máster de auditoria de la Universidad Pontificia de Salamanca y más adelante la Escuela de postgraduados, IUDE, que se fundó en Oviedo. No me gusta nada presumir, pero son cosas de las que me siento orgulloso".

El carné del Real Oviedo, regalo de su padre. "Soy socio del Real Oviedo desde 1946. El carné fue el regalo que me hizo mi padre por aprobar el ingreso en la carrera de Comercio. Tengo el número 29, así que soy uno de los socios más antiguos. En mi juventud tampoco me perdía un partido. Oviedo era entonces, y sigue siendo hoy, una ciudad ideal para vivir. El encanto de la parte vieja mejoró con la peatonalización. No se perdió, entre otras cosas por la presencia de muchos bares clásicos de la ciudad, lo que contribuyó a mantener el espíritu de la zona. Estuve vinculado a la parroquia de San Tirso, y actualmente a la de San Isidoro".

Testigo activo de la vida de la ciudad. "Cuando Luis Riera presidió el Centro Asturiano, estuve unos cuantos años en la directiva. Fue la época del gran despegue de la institución. Siempre he colaborado lo que he podido y jamás me he presentado para ocupar un cargo. Fui promovido por los compañeros. Estoy orgulloso de llevar 58 años vinculado al Colegio oficial de Titulados Mercantiles y empresariales del Principado que me ha hecho colegiado de honor. Fui secretario seis años y vocal otros 18. También soy socio de la SOF y de La Balesquida".

Familia y amigos, los mayores tesoros. "Tengo muchos amigos y y una gran familia, eso es lo más importante. El día en que me hicieron colegiado de honor lo mejor fue ver el aprecio que me tiene la gente. Vinieron muchos exalumnos que me siguen dispensando un gran afecto. Eso es lo que voy a legar a mis hijos: que cuando pregunten por mi, les digan, que fui un buen profesional, con los fallos humanos típicos, un compañero leal y en definitiva, un paisano fiable". En la Universidad me jubile en 2001 y por el despacho todavía paso de vez en cuando; me gusta estar al día. Recuerdo con mucho cariño un convenio que firmamos con la Universidad de La Habana. Cuando cayó el muro de Berlín, fuimos allí a darles clases para actualizar el plan contable que usaban, que era el modelo de los países socialistas. Fue una experiencia preciosa. Los cubanos tienen un capital humano excepcional".