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Con nombre propio | Carlos López Otín | Catedrático de bioquímica y biología molecular en la Universidad de Oviedo

El hombre que madruga para leer

Un científico de talla mundial que mantiene a los políticos a prudente distancia pero acude cuando es invitado a hablar en colegios o institutos

El hombre que madruga para leer

Si no resulta de mala educación, tiende a plantar a los políticos que se quieren hacer una foto con él y evita asistir a saraos en los que se le quiera dar cierto protagonismo. Pero jamás ha renunciado a impartir una charla en un instituto, colegio o casa de cultura por pequeño que sea el lugar y reducido su aforo. Tampoco cerrará la puerta a una persona preocupada por una enfermedad en la que él tenga algo que decir.

Al catedrático de Bioquímica y Biología Molecular de la Universidad de Oviedo Carlos López Otín le quedan por recibir muchos premios importantes, y los recibirá reivindicando el trabajo científico como uno de los pilares de la sociedad. Lo volvió a hacer el pasado jueves durante el acto en el que fue investido doctor honoris causa por la Universidad de Zaragoza.

No tiene ideas políticas porque sus preocupaciones van por otro lado, más cercanas al progreso social que a cuestiones más mundanas. Si le moviese el dinero o la política hace años que habría dejado su laboratorio en la Universidad de Oviedo. Otín es un tipo que carece de cierto tipo de ambiciones pero que lucha sin descanso por otras, como las oportunidades a los jóvenes científicos.

Nació en Sabiñánigo (Huesca) y su gran mentor, del que se considera discípulo, fue el fallecido virólogo Eladio Viñuela, marido de Margarita Salas. Todos ellos siguen la estela de Severo Ochoa. Llegó a Asturias por amor y se casó con la avilesina Gloria Velasco. Aquí vive y aquí quiere quedarse pese a ser consciente de que podría investigar más o mejor en otros lugares del mundo en los que estarían encantados de acogerle.

Todo empieza en Zaragoza, donde inició sus estudios, y concluye, por ahora, en Oviedo. Por medio estuvo Madrid donde obtuvo el doctorado en la Universidad Complutense en 1984. Con 29 años, en 1987 se incorporó al Departamento de Bioquímica y Biología Molecular de la Universidad de Oviedo, donde dirige un grupo de investigación básica de biología molecular. Desde 1993 catedrático en el área de Bioquímica y Biología Molecular en el departamento de Bioquímica de la facultad de Medicina.

Tiene Otín dos virtudes que le alejan de ciertos clichés. Es un excelente comunicador. Acudir a una de sus charlas hace que el espectador se interese por cuestiones tan complicadas como el genoma humano. Tiene la enorme capacidad de adecuar su discurso al interlocutor y sería capaz de explicar sus complejas investigaciones a un grupo de niños de primaria.

El otro aspecto que hace destacar a Otín sobre el resto de investigadores, además de su calidad científica, es que es un hombre que ha creado escuela. Otín tiene ya discípulos repartidos por medio mundo, jóvenes que estudiaron e investigaron con él y que en la actualidad están a la cabeza de la comunidad científica internacional. Otín no sólo les ha enseñado sino que les ha guiado y ha luchado por ellos. Uno de sus grandes empeños, y es un hombre de empeños grandes, es que los jóvenes científicos puedan trabajar y no duda en recordar a políticos e instituciones, del signo que sean, que los jóvenes son el futuro de la investigación científica y por tanto del desarrollo. Para un científico, tener discípulos es casi tan importante como publicar en revistas especializadas, y lo primero es más complicado de conseguir que lo segundo. Otín lo ha logrado no sólo por su inteligencia y talento sino también por su talante, por ser un tipo íntegro.

Otra de sus virtudes es el inconformismo. No se le pone nada por delante. Enfrentarse a enfermedades como el cáncer con la intención de vencer requiere conocimientos pero también un arrojo al alcance de pocos.

Su falta de ambición económica, por ejemplo, contrasta con sus enormes ansias de saber. Otín madruga mucho y lo hace para leer. Madruga para "acudir a la literatura científica que se ha generado esa misma noche, para ver todo lo que no has sido capaz de hacer tú". Además, este ejercicio "es el mejor antídoto contra la vanidad y para ver todo lo que queda por resolver". Humildad. Sabe que es uno de los mejores científicos del mundo pero también que le queda mucho que aprender. No envidia a alguien que haga un descubrimiento antes de lograrlo él, aprovecha la investigación del otro para aumentar sus conocimientos y si puede aplicarlos a sus trabajos.

Un hombre con un objetivo claro: mejorar la sociedad.

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