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Generación OVD

"Cuando el teléfono no suena hay que inventarse el trabajo"

"El mundo de la cultura es muy insolidario, aunque parezca lo contrario, y en él las mujeres lo tenemos más difícil"

"Cuando el teléfono no suena hay que inventarse el trabajo"

Risueña y espontánea, Ana Blanco relata sus andanzas detrás de un sueño: ser actriz, pero no de las que suspiran por la fama y se estremecen con los flashes de los fotógrafos sino de las que sudan y se despeinan esforzándose en hacer creíbles sus personajes. "De pequeña bailaba, interpretar era lo que mejor se me daba", cuenta. Eso lo hacía mientras estudiaba en el colegio Nazaret y luego en el instituto Monte Naranco. Su padre la matriculó en Psicología, ella se resistió y acabó en el ITAE, el ya desaparecido Instituto de Teatro y Artes Escénicas del Principado. Así empezó a materializarse su sueño, que mejor o peor ha sido y sigue siendo su fuente de ingresos. "Siempre he vivido de esta profesión, a veces muy bien, a veces muy mal", afirma. Un día las ofertas de trabajo dejaron de llegarle y, tras la consiguiente crisis, tomó una decisión: "Cuando el teléfono no suena hay que inventarse el trabajo", y así se ha convertido en productora -con la obra "Instantes"-, da cursos de doblaje -con las expectativas puestas en la creación de una escuela regional de doblaje en Gijón-, hace locuciones y todo lo que se le ponga por delante. "Yo quería ser actriz de clásico", comenta, y ahora se presenta como "actriz cómica", tras trabajar con Etelvino Vázquez en la compañía Margen.

En 1999 dio el saltó a Madrid. "Yo quería seguir aprendiendo", afirma. Mientras, con la compañía asturiana recorrió toda España. "Viajábamos por la noche, había que descargar y hacer lo que se terciara. Era duro", cuenta. Al llegar a la capital contactó con el productor asturiano Luis San Narciso, le echó una mano y así comenzó a trabajar en series de televisión. Fue encadenando una tras otra, pasó por "Siete vidas", "Policías", "SMS", "Amar en tiempos revueltos"... En "Aida" fue doble de luces de Carmen Machi.

Hasta que el sueño se quebró. Dejó de recibir ofertas. No sabe por qué, simplemente ya no se acordaban de ella. "Hay un 87 por ciento de paro entre los actores. Hay temporalidad e intermitencia en el trabajo y las mujeres trabajamos un 40 por ciento menos y ganamos un 20 por ciento menos", sostiene.

Ana Blanco está en la junta de gobierno del Sindicato de Actores, donde no hace mucho, cuenta, crearon la Secretaría de Igualdad. "El mundo de la cultura es muy insolidario, aunque parezca lo contrario, y en él las mujeres lo tenemos más difícil", asegura Blanco. "En el espectáculo se fomenta la individualidad y la diferencia", explica, y eso tiene sus consecuencias: "Cada uno va a lo suyo".

En cuestiones laborales es peleona: "Desde el sindicato estamos luchando por un estatuto de artista. Se nos exigía cotizar 365 días al año para tener paro, ¿pero cómo va a trabajar 365 días seguidos un actor? Y tenemos que convencer a los actores jóvenes de que no trabajen gratis, que no renuncien a la Seguridad Social...". "Hay que luchar dentro del sistema", esa es su estrategia.

En la encrucijada laboral que se le presentaba optó por desandar el camino y regresar a casa. También pesaron razones familiares. "El retorno me devolvió la ilusión y me recordó por qué quería ser actriz", confiesa. Mantiene su casa de Vallecas, compartida con el actor Eduardo Antuña, y vive a caballo entre las dos ciudades, en continuas idas y venidas en autobús. No le falta quehacer: "Vivo de semana en semana".

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