Largas tardes de juegos en calles y plazas, jugando a la comba, al pañuelo o a la cuerda. Días interminables de escondite, yoyó y gallinita ciega, mientras los más pequeños preparaban comiditas y otros, ya de más edad, se intercambiaban cromos para conseguir llenar aquel álbum guardado como un tesoro.

La escena parece de otra época y realmente lo es, aunque no tan lejana. Eva María Rodríguez Ruiz y Agustín Fernández-Tresguerres, se han empeñado en dar nueva vida a todos esos divertimentos tradicionales y sencillos, recopilados en su libro "Juegos de ayer y de hoy". Ninguno de los dos, socios en una editorial, tenían experiencia previa en la sociología educativa del juego. La hermana de Eva les asesoró en lo tocante a la parte del aprendizaje que fomenta cada juego.

El gran reto será conseguir que los niños actuales, enganchados a tabletas y videojuegos, se interesen por actividades mucho más sencillas, como el aro, la comba o la cuerda, completamente desconocidas para ellos.

"Llegada una edad sin haber jugado a estos juegos, tiene que ser muy difícil convencerles de que los practiquen", recalcan. Y es que, si con 15 o 16 años nunca se ha jugado a la gallinita ciega o al escondite, resultará muy complicado convencer a un adolescente de que eso es divertido. "Seguramente, si juegan desde pequeños, lo verán como algo cercano", opinan los autores.

La idea de reunir casi cuarenta juegos y sus descripciones en un volumen surgió "por la poca importancia que le damos los padres a la parte educativa que tienen los juegos en la formación del carácter de nuestros hijos", explican. Fernández-Tresguerres asegura que "los padres preferimos comprar comodidad y seguridad en forma de juegos digitales en lugar de enseñar a nuestros hijos cómo nos divertíamos nosotros, porque eso nos obliga a perder tiempo con ellos. Preferimos comprarles su forma de ocio para no tener que jugar con ellos y tenerlos controlados cerca de nosotros", señala.

Eva Rodríguez reconoce que ella jugó a la mayor parte de los juegos que figuran en el libro, "o vimos cómo jugaban nuestros amigos y amigas de la época, y no tuvimos que comprarnos un libro para aprender las normas. Esto nos hace pensar que somos los adultos los responsables de que nuestros hijos no los conozcan", reconoce. Los juegos se recopilaron a partir de charlas con amigos y familiares que iban acordándose de las cosas a las que se jugaba. Después, a todos se les dio forma explicando las normas.

"Posiblemente nos haya quedado alguno sin poner, pero éste es un libro abierto susceptible de ir añadiendo los juegos que vayamos recopilando y para que los adultos añadan aquellos que no están pero que sí les provocaron momentos de diversión a ellos", aseguran los autores.

Muchos juegos en función de las zonas donde se practican tienen otros nombres distintos, o variantes, "pero eso sería hacer un tratado del juego en España, y lo que pretendemos es despertar la conciencia de que estamos olvidando de manera cómoda los juegos a los que jugábamos", resalta Fernández-Tresguerres.

Rodríguez no pasa por alto que cuando ella era pequeña todavía planeaba una visión sexista sobre el juego "que creo que ahora hay que desterrar". Había juegos más de niños y juegos más de niñas y otros fácilmente compartidos.