"Mira, éste es el Juan Carlos. Predestinado estaba, ¿eh?". Comentaba ayer entre risas una mujer a su acompañante mientras miraba un collage de Román Fernández Crespo (Oviedo, 1982), en el que aparece el rey Juan Carlos de niño montado a lomos de un elefante. A su lado, en otro fotomontaje, el Rey Felipe, en una imagen de cuando fue abanderado de España en los Juegos Olímpicos de Barcelona 92, choca la mano a Antonio Tejero, ataviado con el uniforme de la Guardia Civil y colocado en la tribuna del Congreso de los Diputados, durante el 23-F. También llama la atención el sínodo de obispos que se celebra rodeado de tanques militares.
Estas nuevas realidades son posibles gracias al trabajo de composición de Fernández Crespo para esta exposición, que se puede ver hasta finales de marzo en la galería Dos Ajolotes espacio creativo. "No soy un creador. Soy un comunicador que monto las imágenes de otros autores, como decían los dadaístas, para que cada espectador cree sus propios mensajes", afirma. Aunque la ironía y la crítica a determinados estamentos sociales, a la publicidad o a algunos de los mensajes que lanzan el cine o los medios de masas, están más que presentes, el autor asegura que no hay una intencionalidad más allá que lo que el subconsciente o la mente de cada receptor vea en ella. "El collage es una técnica que se basa en la crítica a lo que ocurre en un determinado momento, porque crea nuevas realidades con imágenes reales. Pero, en la mayoría de mis obras los espectadores ven cosas que yo ni había imaginado. Eso es lo verdaderamente enriquecedor".
Su tendencia hacia esta técnica artística se puede entender por dos vías: por su formación, pues se licenció en Publicidad y Relaciones Públicas en Madrid, y por la profesión de su padre, que es grabador y pintor. "Cuando terminé los estudios, descubrí que el campo de la publicidad no era lo mío. No quería ganarme la vida mintiendo". El grabado siempre le había llamado la atención, así que volvió a Asturias y se matriculó en la Escuela de Arte. "Un día encontré en casa de mi abuela un número especial de una revista del corazón, y las imágenes me llamaron la atención". Así empezó a recortar y a coleccionar imágenes de rostros conocidos del papel cuché, anuncios publicitarios y carteles de cine antiguos "que compré en el Fontán, de segunda mano". Con ellos construyó una serie en la que se reproducen los roles de género que imperaban en el cine de los años 50 y 60. "En las películas de aquella época, los hombres eran los guerreros, los juerguistas y los bebedores; y las mujeres las que estaban para dar placer, divertir y organizar. Soy un cinéfilo y me apetecía reflejar esa realidad, porque algunos de esos clichés los seguimos arrastrando todavía hoy".
Durante casi tres años, investigó mezclando imágenes que iba encontrando en revistas o catálogos, superponiéndolas y reinterpretándolas. Además, dio un paso más creando obras propias al jugar con papeles de diferentes colores, texturas y acabados, desde papeles de regalo hasta el tipo kraft. Y también deshaciéndolos para fusionarlos y conseguir collages tridimensionales, a modo de escultura. "Un amigo de la familia nos regaló una máquina para hacer ladrillos de papel, y mi padre y yo empezamos a investigar. Vimos que eran más estéticos si los afinábamos y crecieron en belleza al aplicarles recortes que les aportaban color". Lo dice mientras los mira. Está orgulloso. "Me encantaría vivir de esto. En Asturias falta apostar más por la gente que hace cosas nuevas. Espero que no me obliguen a tener que irme de mi tierra".
