Hace ya unas décadas el peluquero y psicoesteta allerano Ramiro Fernández, que celebra medio siglo blandiendo peine, tijera y navaja, estaba en el fútbol y al mirar a su alrededor observó que la mayoría del público lo conformaba el sexo masculino. En ese momento Ramiro, tentado por dedicarse a la peluquería femenina, decidió que se centraría en el ámbito masculino.

No le ha ido nada mal a aquel niño de Nembra, hijo de minero, menor de siete hermanos, que desde pequeño supo que para alcanzar cualquier meta se requiere esfuerzo, trabajo y dedicación. Atesora cinco décadas de éxitos y trabajo, cientos de amigos y clientes por todo el mundo, entre ellos los futbolistas de la Selección Española y una colección de objetos antiguos de peluquería que envidiaría el mismo Lëonard, el peluquero de María Antonieta que creaba sobre la frente de las damas verdaderas torres de cabellos decorados con ornamentos.

Para conmemorar el aniversario Ramiro prepara una exposición con sus piezas históricas de barbería, que van desde el siglo XVIII al XXI. Entre ellas se encuentra el kit con el que atendió a Severo Ochoa, premio Nobel de Medicina y uno de los primeros secadores de pelo que se emplearon en España. Aunque aún no tiene una respuesta definitiva, confía en que la muestra pueda desarrollarse en Oviedo. "He tenido ofertas muy amables para hacerla en Gijón , pero lo más lógico es que se haga en Oviedo", sentencia.

"Nunca imaginé que me dedicaría a la peluquería, oficio que trato de dignificar y prestigiar desde que cogí las tijeras por vez primera, con apenas quince años", explica.

La culpa fue de José, su hermano mayor, que convenció a la familia para que Ramiro dejase el seminario y le echara una mano en la barbería que regentaba en el puerto de El Musel, en Gijón. Cuando le llamaron a filas para cumplir con el servicio militar en el Ferral del Bernesga (León) en la maleta ya iban las tijeras.

Aquel "barberín" del Musel tuvo las cosas aún más claras cuando su padre le dio a escoger entre seguir ejerciendo de peluquero o bajar a la mina. "En la mili compaginaba las obligaciones del cuartel con tardes enteras de cortes de pelo", asegura. Aquella incansable faena le permitió ahorrar las primeras monedas y empezar a poner el ojo en Oviedo. En 1966, Ramiro aterrizó en la capital de Asturias. "La ciudad me recibió con los brazos abiertos y me acogió como a un vecino más", indica.

El idilio fue tal que Ramiro encontró su sitio en el mundo. En estos cincuenta años ha viajado a infinidad de países y siempre ha presumido de allerano, ovetense y asturiano. Como cualquiera que se embarca en una aventura empresarial vivió unos primeros años complicados. La constancia, el trabajo y el sacrificio fueron premisas que le inculcó su padre y que Ramiro siempre ha abanderado. Poco a poco fue conquistando clientela, esa que le sigue siendo fiel consciente de que su salón tiene algo especial. "Me faltan palabras para agradecer el apoyo y la confianza durante todos estos años", remarca. Pocos empresarios pueden decir que por su negocio han pasado 138 colaboradores, de los que 128 triunfan en sus establecimientos. Otros diez conforman su equipo, ese de que tanto presume. "Mis raíces, mi clientela y mi equipo son lo mejor que tengo", recalca.

En el despacho, junto al Peine de Oro, la mayor distinción mundial que puede recibir un peluquero, lucen numerosas medallas, metopas y trofeos. De todos habla con cariño y agradecimiento. Es socio fundador, con el número uno de la Asociación de Empresarios de Peluquería de Asturias y dirigió la escuela artística donde ha impartido infinidad de cursos de formación. Hoy es su presidente de honor.

Ramiro ha dirigido campeonatos de España de peluquería y ha ejercido de jurado en varios del mundo. También puede presumir de haber atendido a esos jóvenes ídolos del balón que le cuentan entre sus amigos, pero de los que no cuenta nada, por aquello de la discreción que lleva a rajatabla.

El arte, los deportes y la cultura en general, se cuentan entre sus aficiones. No resulta extraño encontrarle en alguna galería de la ciudad, ante un cuadro; el domingo en algún campo de fútbol de alguno de la media docena de clubes asturianos de los que año a año renueva el abono o leer su firma en un artículo de prensa.

Cuando sus obligaciones le dejan tiempo se anima a escribir. De hecho es autor de varios libros, el último editado hace un par de años bajo el título "Cómo triunfar en la era de la imagen. Claves psicoestéticas para el siglo XXI", cuyos beneficios se donan a la cocina económica de Oviedo y a Mensajeros de la Paz. Así que ahora las ilusiones del peluquero y psicoesteta se centran en esa exposición que pretende mostrar la espectacular colección de artículos de barbería entre la que se encuentran tesoros como un sillón Kroke, navajas de todo tipo, y viejos esterilizadores que parecen nuevos . "Tuve que comprar un local en La Corredoria para guardar las piezas, cada una tiene su historia", comenta con orgullo.

El peluquero no se para y prepara nuevos proyectos. "Mejorar la imagen es una labor permanente; el espejo no miente nunca", sentencia.