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"Superar el cáncer fue la forma de redireccionar mi vida"

Beatriz Argüelles rechaza el victimismo pese a las dificultades que pasó por el tumor de fémur que sufrió cuando era niña

Beatriz Argüelles Movillo, ayer, en Oviedo. NACHO OREJAS

-Mi vida de ahora es maravillosa en comparación con lo que tuve que pasar en los años posteriores a la operación.

Beatriz Argüelles Movillo es joven, 33 años, pero lleva muchas cosas en la mochila de la vida. Le pesan y a la vez le dan alas. Con 13 años sufrió un tumor (osteosarcoma) en la pierna izquierda y le injertaron un trozo de fémur de un donante. Un año duraron la cirugía, la quimioterapia y los demás tratamientos. La enfermedad la ha marcado mucho, por dentro y por fuera. Por fuera, necesita una muleta para caminar. Por dentro, está dominada por el espíritu de superación, por la casi total seguridad de que aquello que se proponga puede hacerse realidad si evita sumergirse en el victimismo y mirar de frente a las dificultades. "Para mí, superar el cáncer fue la forma de redireccionar mi vida, de decidir en cada momento qué quiero conseguir y tratar de poner los medios para hacerlo", explica.

Mañana se celebra el Día Mundial del Cáncer, una enfermedad de la que cada año se diagnostican en Asturias unos 6.400 casos. Hace una década, LA NUEVA ESPAÑA publicó un reportaje sobre la experiencia de Beatriz Argüelles en su pelea contra al cáncer. "Vencer el cáncer me dio confianza en mí misma", declaró entonces. No era palabrería vana. Sabía que algunos de sus sueños infantiles ya no eran viables. "Me encantaba el ballet, pero después de la enfermedad ya era imposible". No era el momento de rendirse, sino de "redireccionar", verbo mágico de esta gijonesa, segunda de una familia de tres hermanas, que creció en la localidad de Vega (en la carretera Gijón-Pola de Siero) y que ha pasado veranos inolvidables en la playa de Rodiles.

En 2006, necesitaba dos muleta; ahora, se arregla con una, cuya empuñadura hace juego con el color de sus uñas. Entonces estudiaba la diplomatura de Turismo en la Universidad de Oviedo. La terminó y se propuso encauzar su vida profesional. ¿Cómo? Opositando al Principado. Se puso a estudiar y hace ocho años, con 25, obtuvo plaza de auxiliar administrativo. Durante varios años trabajó en la Consejería de Bienestar Social (hoy de Servicios y Derechos Sociales), pero ella seguía pensando en el turismo.

Se convocó un concurso de traslados y solicitó el destino deseado, a sabiendas de que sus posibilidades eran muy limitadas. "Cuando llegó el momento, resultó que otra compañera pidió el cambio y entonces, contra todo pronóstico, hubo una plaza para mí. No me lo creía", relata. En la actualidad, en el servicio de Turismo -dependiente de la Consejería de Empleo, Industria y Turismo- se dedica a tareas variadas, entre ellas labores de inspección y de información.

Aprobar la oposición fue para Beatriz Argüelles algo más que conseguir un empleo. Conviene recordar que una chica que había soñado con ser bailarina debía apoyarse en una muleta. "Me preocupaba bastante el trabajo, cómo iba a adaptarme a mi nueva vida", señala.

Conseguir un trabajo le dio acceso a otra gran aspiración, llamada independencia. "Estaba muy a gusto viviendo con mis padres, pero quería tener mi propia vida". Unos meses después se mudaba a su propio piso. Fue entonces cuando pudo demostrarse a sí misma que era dueña de su propia biografía. "Lo viví como el culmen de mi victoria frente al cáncer", enfatiza. Y es que la enfermedad había condicionado su existencia, la había introducido en lo que ella llama "una burbuja", hábil y cariñosamente creada por su familia, por los profesionales sanitarios que la atendieron y, de alguna manera, por todo su entorno más inmediato. Esta estrategia la ayudó lo indecible. Por ejemplo, "fue genial cómo supieron dosificarme la información durante la enfermedad", señala.

La burbuja de aquellos doce meses de tratamiento dio paso a un periodo sin enfermedad, pero que le exigía retornar a una normalidad que, de algún modo, le era ajena. Aquel año había cincelado su personalidad, había acelerado su proceso de maduración. Tenía 14 o 15 años de edad física, pero la edad mental iba por otro lado. "Me sentía totalmente fuera de sitio. No sé si era madurez o que yo ya me había percatado de realidades de la vida que otros aún no conocían", precisa. Y agrega: "Tenía que reconducirme y tomar mi propio camino; lo que quería era vivir, encontrar una estabilidad, pero esta fase fue dura. Más dura que la enfermedad y el tratamiento".

Todo eso está superado. Ahora ha llegado la ansiada estabilidad. No puede bailar, pero sí hacer yoga -"ha sido un gran descubrimiento"-, nadar, viajar... Quedan retos. Por ejemplo, formar una familia. "Eso son palabras mayores", indica. Beatriz Argüelles ejerce de vez en cuando como voluntaria de la Asociación Asociación de Familias de Niños con Cáncer del Principado Galbán. También ha participado en coloquios y actos públicos relatando su experiencia. Sin embargo, matiza, "soy reservada, y no me gusta hablar de esta faceta de mi vida a todas horas". Su mayor ilusión es que este reportaje sea leído "por los enfermos de cáncer que están en los hospitales". Por esos, por los pacientes, "haría lo que fuera".

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