Sin movernos de la plaza de Porlier dirigimos nuestros pasos al palacio de Camposagrado, mandado construir desde los cimientos, tras desestimarse un proyecto anterior, seguramente de menor categoría. Antes de nada quisiera intercalar una pequeña e interesante introducción tomada de la "Historia de Oviedo" (1844), la primera en el orden del tiempo, de José Caveda y Nava: "El siglo XVI, tan fecundo en bellezas artísticas, tan grande bajo su aspecto político y literario, apenas produjo en Oviedo más que el acueducto de los Pilares, el Templo de Santo Domingo, parte de la Universidad y la conclusión de la Catedral, mucho antes empezada.

Muy entrado ya el siglo XVII y felizmente terminada la Guerra de Sucesión, concurrieron varias causas, al fijar en el país a muchos de sus magnates, que de él se vieron alejados por los sucesos de la guerra y las tendencias de la dinastía austriaca y por los atractivos de la Corte bajo la nueva razaBorbón.

El gusto y las inclinaciones de la época influyeron sobre su ánimo y afortunadamente hicieron un noble uso de sus riquezas restaurando con suntuosidad los pobres y olvidados solares de sus padres, en el mismo suelo. Así fue como, después de muchos años de inacción y de olvido, en días no muy distantes de los nuestros y cuando se renovaba por todas partes el esplendor que la arquitectura española consiguiera en el XVI, se labraban en Oviedo los edificios que hoy constituyen su ornamento.

Entre los de propiedad particular, sobresalen por su magnificencia y vastas dimensiones, los palacios del Duque del Parque, del Marqués de Camposagrado, del Conde de Nava, del de Toreno y de los caballeros Heredia y Bernaldo de Quirós y Benavides. Grandes moles de hermosa cantería de grano. El palacio de Camposagrado, revestido en sus cuatro frentes de sillares de cantería y de muy espaciosas dimensiones, descuella garbosamente en la plazuela de la Fortaleza, ahora desembarazada del antiguo y feo castillo que por esta parte le estrechaba y oscurecía?".

Esta suntuosa mansión dieciochesca fue construida para Manuel Bernaldo de Quirós por el arquitecto montañés Francisco de la Riva que, en 1719, en un segundo proyecto, construye solo el piso bajo. Tras diferentes arquitectos y fases, en 1758, se culmina la obra y, superado un siglo, en 1861, es comprado por el Estado para ubicar la Audiencia Territorial, hasta esa fecha en la calle Cimadevilla, en un edificio anexo al Ayuntamiento, en el lugar en el que, desde 1882 hasta no hace muchos años, abrió sus puertas el Café Español.

Recoge el Marqués del Saltillo en el libro "Linajes y palacios ovetenses" las palabras de su dueño en 1757: "Declaro que esta es mi casa de habitación, con su jardín situada al frente de otras del señor Marqués de Valdecarzana entre las calles de San Juan y de la Balesquida, Plazuela del Real Castillo y Fortaleza y Calleja que sigue y traviesa de ella, a la parroquial Iglesia de San Juan el Real de esta ciudad, la fabriqué de nuevo en suelos de otras vinculadas la una de dicho mi mayorazgo de las Alas, otra del de mi casa de Carreño, otra del mayorazgo de la Casa de Villavona del que es actual poseedora la señora doña Josefa de Junco mujer del señor don Tomás Bernaldo de Quirós y Benavides regidor de esta ciudad y otra del anunciado señor Marqués de Valdecarzana que le servía de caballeriza y pajar, para cuya recompensa le di fabricada de nuevo otra de caballeriza y pajar con su cochera junto a esta mi casa sin más intermedio que el de la calleja referida que también era de vínculo perteneciente a los padres y abuelos del Licenciado don Antonio Fernández Llana, Abogado de esta ciudad".

El aristocrático Palacio de Camposagrado es de planta cuadrada, rematado por un prominente alero, estructurado en cuatro pisos levantados sobre un imponente zócalo, si bien desde la calle solo se aprecian dos separados por una línea de imposta moldurada. Sus dos fachadas monumentales muestran en un frontón semicircular sendos escudos que, en principio, ostentaban las Armas de la Casa de los Campomanes. Desde que el Estado compró la mansión exhiben el escudo de España. Mantiene dos entradas enfrentadas de las que, en origen, la principal iba a ser la que da a la calle San Juan, aunque finalmente pasó a la de Porlier. Está estructurado en torno a un patio central (hoy cubierto) en el que destaca la hermosa y doble escalera de honor. Durante la Revolución de Octubre de 1934 quedó prácticamente destruido. Al respecto dice Joaquín Manzanares:

"Este hermoso palacio fue restaurado, ent 1940 y 1947, por el arquitecto Enrique Rodríguez Bustelo, de la Comisión Provincial de Monumentos, muy acertadamente: se le agregó con fines utilitarios un piso ático perfectamente disimulado por la cubierta y el gran voladizo de su alero, construido según la tradición asturiana y apropiado al clima local".

Proseguimos la andadura por el "Oviedo redondo", tan solo unos pocos metros, para sumergirnos en el espíritu de la vieja ciudad. A recibirnos vienen los Reyes Caudillos en conjunto: Ramiro; los Alfonsos, el Católico, el Casto, El Magno?; la Virgen de la Esperanza, San Judas, el Alfayate Mayor con sus grandes tijeras; Fermín de Pas, La Regenta, Álvaro Mesía, Celedonio; el general Pardo y tantos personajes que a lo largo de los siglos prologaron, actuaron, escribieron y narraron un epílogo inconcluso. No es broma, pasear por la cercanía de la Catedral y acercárseme cualquiera de ellos a echar una parrafada es todo uno. Eso sí, siempre en noches de orbayu, niebla y luna nueva. Lo cierto es que ni me escuchan. Uno, no recuerdo cuál ni cuándo, me aclaró la cuestión cuando dijo que escasa gente les hacía caso y en mí, que además soy de pocas palabras, encontraron un gran oyente. Si continuamos el paseo a la vista tenemos el palacio de Valdecarzana Heredia, en otros tiempos conocido por "el Casino", sociedad cultural y recreativa que acogió durante años. Antes de la remodelación de la plaza se apreciaba un tanto retirado; tras derribar aquel barrio pasó a primera fila y ocupa gran parte del costado norte. En él se desarrollan varios capítulos de la universal novela de Clarín, él mismo practicaba en sus salones el juego de la carambola y, por supuesto, fue espejo de hábitos, amores y mezquindades de los "vetustenses" de entonces.

Su parte más antigua es de la década de los veinte del siglo XVII. En la fachada Estse aprecia la entrada principal, que da a la calle San Juan, donde destaca el escudo de los Miranda con las cinco doncellas heráldicas. Sin embargo, da la impresión de estar adosada al cuerpo de una primitiva torre que se levanta en el ángulo Norte, esquina correspondiente a Schulz-San Juan, alrededor de la cual fue creciendo esta mansión. La fachada sur, que da a la plaza de la catedral, fue construida, en 1774, por el arquitecto candasín Manuel Reguera para Antonio Heredia, alcalde perpetuo de la fortaleza de Oviedo. En la actualidad, la elevación del pavimento de la plaza, semeja el hundimiento del edificio y desluce la mirada.

Este bello frente de tres plantas deja ver tres balcones en cada uno, siendo más historiados los del piso principal que, a su vez, enaltecen el balcón de honor. Sobre este descuella el llamativo y monumental escudo, con las cinco torres de los Heredia, sostenido por un hercúleo tenante en actitud de golpear a un animal de cuatro patas, en posición sumisa, con poderosas garras y larga cola escondida entre las traseras.

En 1923 en los bajos del palacio se inauguró el bar-restaurante Casa Noriega que mantuvo abiertas sus puertas hasta 1971. Institución, que no establecimiento, como dice Luis Arrones Peón en el libro "Hostelería del viejo Oviedo", con tres características: buen vino, seriedad y silencio. Solo se permitía cantar el día de la Balesquida. "Aunque generalmente, para los ovetenses, la mayor popularidad de "Casa Noriega" se achacaba al buen vino que siempre tenía y que le proporcionaba a diario una asidua y numerosa clientela, su cocina también era famosa y muy conocida, especialmente por quienes con cierta frecuencia acudían a nuestra ciudad por motivo de negocios, gestiones y mercados. Sus especialidades eran los riñones al horno, patatas rellenas y pote asturiano. Aunque, para la historia de Vetusta, tan relevante o más que todo lo anterior fue haber acogido en sus mesas la popular tertulia de los clarisos.