Una música relajante, estilo "chill out", suena por los altavoces del colegio Carmen Ruiz-Tilve al salir y volver del recreo. Los alumnos entran en clase con la máxima calma que puede esperarse de unos niños; dando saltos o soltando carcajadas, pero sin carreras ni gritos. La tranquilidad y la paciencia es la máxima de este centro inaugurado parcialmente el 14 de febrero de 2011. Estudiantes y profesores se han acostumbrado a esperar y adaptarse a lo que tienen: un edificio sólido para el ciclo de Infantil y un módulo prefabricado de seis aulas para Primaria. También soportan las obras de ampliación del centro que, según los planes del Principado, finalizarán en septiembre para dar cabida a una enorme e nómina de estudiantes.

"Los niños crecen mucho más rápido que los proyectos y las negociaciones", dice la directora, Maite Fernández, a modo de explicación a la curiosa distribución del colegio, con 398 niños. Los grupos del primer curso de Primaria reciben clase en el edificio principal, de forma que se han reconvertido en aulas lo que originariamente eran despachos. Así, Maite y todo el equipo directivo comparten espacio en secretaría, mientras los chicos de prácticas y la logopeda están instalados en el despacho de la directora. La biblioteca está en un pasillo. Y los maestros deben distribuir a los críos en un patio determinado para que no coincidan con las clases de Educación Física. "Si llueve, los de gimnasia se tienen que meter en una aula", matiza Maite.

Trescientos de los cerca de cuatrocientos alumnos comen en el colegio repartidos en dos comedores; uno en el edificio principal y otro en el prefabricado. En este último, algunos niños también reciben clase. Para la directora, es una cifra muy alta que nos ha hecho ser estrictos del orden y muy solidarios".

El Ruiz-Tilve destaca por su método educativo. Los alumnos de cada nivel trabajan en un proyecto diferente. Los de tres años se centran en los animales de granja. Buscan información en libros infantiles del propio colegio o en revistas cedidas por las familias para luego hacer una puesta en común. El mismo sistema siguen los de cuatro años. Este curso están centrados en la pintura y son capaces de reconocer obras de Goya, Velázquez o Picasso. La profesora María Leontina Álvarez, que da clase a segundo de Primaria explica, asignatura por asignatura, lo que significa trabajar así. "Hacemos trabajos sobre Roma. En Matemáticas vemos los números romanos; en Ciencias Naturales, la importancia de los animales en esa cultura, como los caballos de las cuádrigas; y en Ciencias Sociales trabajamos el concepto de urbanismo y ciudad. Los niños están entusiasmados".

Los críos también van contentos a clase de TIC (Tecnologías de la Información y la Comunicación), impartida por Isabel Lobo: "Son unos máquinas, aprenden jugando".