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Hoy es siempre todavía | CRISTINA BUZNEGO | Cocinera y empresaria

"No sé si merez la pena trabayar así, pero no puedo estar parada"

"Gustábenme les perres y con 10 años iba a Soto de Ribera sola y a caballo, a vender y comprar como una vieja"

Cristina Buznego, entre les potes de comida. NACHO OREJAS

-Tuve buena vida porque tengo salud, pero trabayé mucho. Nunca me pasó nada grave. Tengo una clientela muy buenísima. No noté la crisis. Tuve suerte? pero yo decidíame.

-Por ejemplo...

-Había una finca allá atrás y andaben todos revueltos con ella, y fui una noche, la vi y fui con les perres al día siguiente y compréla. Pienso mucho, pero sé que lo puedo sacar adelante y hágolo.

Cristina Buznego Iglesias (La Mortera, Morcín, 1945), dueña de Casa Cristina, acaba de afrontar la tercera ampliación del restaurante de Tellego, el 7 de marzo cumplirá 35 años en su cocina y está a la espera de convertirse en bisabuela.

-¿Cómo llegó a esta cocina?

-Había un bar-tienda pequeño, la señora jubilóse y pensé que el pueblo quedaba sin bar. Tenía esta casa recién hecha y aproveché el bajo. Una cocina de carbón, otra de gas y cinco mesas pequeñas. Habíamos terminado les perres y abrimos con un suelo de hule. Era un sábado por la tarde, hice una pota callos y arroz con leche y la gente se volvía loca.

-¿Quién sabía que usted cocinaba bien?

-Yo era curiosina pa la cocina. Lo traigo en la sangre. La mi güela paterna yera de Villaviciosa, pero tenía un bar en La Pereda. A mí gustábame funcionar con dinero. Los miércoles iba a vender mantecas, huevos y fabes a un mercadín que había en Soto de Ribera.

-¿A qué edad?

-Con 10 años. Bajaba sola, a caballo, no había carretera. Vendía a les muyeres y luego iba a Casa Severo y compraba azúcar, arroz, el pan... como si fuera una vieja. Y un bocadillo de dulce para el camino. No me engañaba nadie, cuidadín, qué va. Gustábenme mucho les perres. No soy pesetera, soy espléndida, pero el que trabaja tien que ganar dinero.

En casa de Cristina Buznego no faltaba nada. Tenían 30 vacas y su padre trabajaba en la madera. Ella era la mayor. Tiene una hermana y un hermano. Se casó con Luis a los 19 años y tuvieron a Rosa, que está en el bar con ella y que le dio a sus dos nietas.

-¿Tuvo negocios antes?

-Un poco más adelante empecé a dir con la leche. Teníamos siete vacas de leche y cuidábales yo. Ponía las alforjas al caballo, cargaba las lecheras y a Soto de Ribera y de ahí al tren y p' Ablaña. Con 3 años dejaba a Rosa en casa, sola, yera para matamos, pero era buena y quedaba cosiendo. Hace cuarenta y tres años, na más pude saca'l carné, compré coche, un 127 amarillo, y a vender leche, litro por litro. Veinticinco años fui a Ablaña. Dejélo hará quince años.

-¿Daba mucho la leche?

-Cuando hicimos la casa, mi marido ganaba 29.000 pesetes en Ensidesa; yo, 90.000 con la leche,

-Hace doce años empezaron con el turismo rural.

-Teníamos unes finques y unes cases ruines en La Pruvía. Compremos lo de alrededor y en una finca de 100.000 metros tenemos cinco cases rurales de madera y piedra con ovejes, caballos, cabres, pites, pitos, hórreo y todo. Me ayudó mucho don Guillermo Hevia.

-Era el boom de las casas rurales.

-Y daban alguna ayuda. Fue por si faltaba yo, que lo tuvieren les nenes, porque aquello podía llevalo cualquiera. Elles son trabajadores. Yo prefería que estuvieren en otro lado porque esto es muy esclavo, pero valen pa la gente, son muy agradables, muy guapes, muy guapes... y buenes nenes.

Sus nietas estudiaron en el colegio de las Dominicas y su abuela les compró un piso en Oviedo para cada una. Cristina tiene 31 años, acabó Derecho y está haciendo un máster. Ana, de 22, tiene un módulo y Estética y trabaja en el restaurante.

-¿Cocinan?

-Ahí no tanto. Era muy bueno que la pequeña se metiera en la cocina, como la madre.

-¿En el turismo rural notó la crisis?

-Ahí sí.

-¿Y merece la pena?

-No sé si merez la pena trabayar así, pero no puedo estar parada.

-¿Coge vacaciones?

-Nunca.

-¿Va de viaje?

-Nada. A Oviedo a comprar al Masymas. Y soy feliz.

-¿Dónde come?

-Aquí, nunca salgo a comer. Toi encantada de la vida aquí.

-¿Probó la nueva cocina, la conoce por la tele?

-La cocina ta muy de moda, esos platos enormes y un puquiñín ahí en medio? Eso pa mí nun val, lléno-yos la fuente. Pero cuando alguien me diz: "Comimos esto en tal sitio", pruebo en la cocina y salnos bien. Ye querer.

-Volvamos al inicio de Casa Cristina. Después de los callos del primer día, ¿qué hizo?

-El pote y carne guisao y asao, cualquier cosina, porque yera menos gente. Luego el arroz con leche y el flan. Después el cordero y más tarde los pitos. La fabada ye mundial, vienen a comela de Madrid. No me enseñó a cocinar nadie. Veía a mis güeles. Si iba a casa de la del bar y taba ocho días, volvía y decía: "Hay que hacer flan" porque la había visto hacelu. Rosa, la mi fía, ye igual... Dizme: "Vamos a poner bacalao a esto", o: "Vamos a hacer tartes".

-¿Cuándo empezó a ir bien de verdad?

-Cuando Rosa era chavalina ya tenía mucha gente. En los noventa y mucho pasamos a trabajar más fuerte. En cuanto había perres, hacía una obra, tenía que ser así. En junio hicimos una ampliación, aparcamiento, movímoslo todo, y tenemos para 130 personas en los dos turnos de comida. Lleno los fines de semana y festivos.

-Ese afán de salir adelante ¿lo había en su casa?

-Como yo no yera ninguno. Tengo dos hermanos y son trabayaores, pero más tranquilos. No arriesgaban.

-¿Va a parar?

(Sonríe y no dice nada).

-Tiene pensado algo.

-Ta muy reciente la última ampliación, pero algo más hay que hacer.

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